Dice un cuento de Bucay que un buscador
encontró una colina con lápidas en las que ponía la edad del muerto. Al darse
cuenta de que la edad máxima era de 11 años pensó que había una terrible
desgracia porque todos los muertos eran niños. Hasta que le explicaron que cada
uno tenía una libreta en la que apuntaban los días que habían disfrutado porque
esos eran los únicos que contaban.
Lo que nos quiere decir es que solo
cuenta el tiempo en el que hemos sido felices, en el que hemos tenido paz y
hemos estado en calma. Y todo lo demás parece que no sirve para nada.
Esos minutos y horas que echamos a
perder con los disgustos, los enfados y las desventuras, no contabilizan en el
cómputo de nuestra vida verdadera.
Menudo derroche de energías se nos va
tan solo en egoísmos, rabietas y tonterías.
Por un lado y por otro nos avisan, nos
llega esta información tan provechosa para nuestra formación, ahora falta
ponerse manos a la obra.
El otro día me enfadé, no voy a decir
por qué, evidentemente. Lo que más me molestaba era saber que eso no servía
para nada, solo para dar satisfacción a mi parte más egocéntrica y masoquista.
Al dejar mi parte dichosa taponada o bloqueada, yo ya no era persona, era un
disgusto con piernas, era un sinsentido vagando por el universo.
Bueno, ese es mi punto de vista. Habrá
quien opine que tenemos todo el derecho del mundo a enfadarnos, disgustarnos,
etc.
A mí no me sirve el enfado ni el mal
humor, lo tengo comprobado. No soy yo en ese momento. Y hasta que no
restablezco mi armonía, no sirvo para nada. Por supuesto no puedo hacer mi
trabajo bien hecho, ni meditar, respirar tranquila, rezar, leer, escribir.
El encuentro relajado y feliz con uno
mismo y con el otro, es un espacio de bienestar que nos es necesario y al que
todos tenemos acceso.
Muchas veces no es fácil salir de esas
situaciones en las que nos sentimos heridos, tristes y decepcionados. Pero en
esta vida, nos lo dice Bucay con su cuento, no hay más poderoso valor que ser
felices. Y con todas nuestras fuerzas, poniendo lo mejor de nosotros mismos,
hacia esa meta tenemos que tender.
Deseo a todos una larga vida de días
dichosos.
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