domingo, 31 de marzo de 2013

Soy Tierra Prometida


Somos el Reino de Dios, la Tierra Prometida, la Luz del Mundo, la Sal de la Creación.

Me gusta más decirlo en primera persona: yo soy el Reino de Dios haciéndose realidad en el tiempo que se me concede, en mi momento presente.

Yo soy la Tierra Prometida, el amor infinito camina sobre mis pies, toma la dirección que yo le quiera dar. Esa Tierra puedo tenerla inexplorada y puedo ignorarla, pero siempre la transporto con mi persona porque es mi misma esencia.

Yo soy la Luz, toda mi oscuridad solo tiene sentido dentro de ella. Y soy la Sal que pone sabor a lo creado, que añade la emoción a mi galaxia.

Soy un Reino, una Tierra, Luz y Sal… como don gratuito, porque he nacido dentro del Big-Bang del Amor sin límites.

Parece complicado compaginar todas esas grandes cosas que acabo de nombrar con mi debilidad, y con mis batallitas diarias.

Pongamos por caso que yo estoy enemistada con alguien, entonces no tendré acceso a los tesoros que acabo de enumerar. Es así. El interior tiene que estar limpio, puro, aireado, sin manchas.

En los evangelios se dice que si vas a presentar una ofrenda al altar y tienes algo contra tu hermano, es necesario que primero arregles lo de tu hermano, y luego vayas a presentar la ofrenda.

Primero intenta arreglar tu vida, tus enemistades, tus enfados y ansiedades. Luego podrás disfrutar sin trabas de ser ese lugar privilegiado de encuentro íntimo.

Nuestro trabajo diario es el de cuidar y ampliar nuestro espacio de paz, mimar todo lo que nos hace ser humanos de verdad. Ganar la batalla de nuestra estabilidad.

Se trata de sobrellevar y superar el sufrimiento, tan presente en nuestro día a día, rescatando nuestra ilusión, y nuestra gratitud, salvando nuestra confianza.

Somos Tierra fértil, somos Reino amado, tenemos Luz en nosotros para caminar, saboreamos la Sal de la sabiduría. Y siendo conscientes de todo eso, nuestra vida cambia. Porque si fijamos la vista en lo que importa, los problemas son paja que se lleva el viento o humo que se volatiliza.

Conviene posicionarnos en lo alto, para no dejarnos arrastrar por los acontecimientos, por los vaivenes que son intrínsecos a la vida.

Conviene tomar distancia de lo que nos quiere hacer creer que no hay solución, que no hay esperanza. Nosotros somos más fuertes que nuestras dificultades, porque somos humanos y divinos a un tiempo. Y porque tenemos el Amor a nuestro servicio.

Salmo 3:
“Muchos son mis enemigos,
muchos son los que se han puesto en contra mía,
muchos son los que dicen de mí:
“¡Dios no va a salvarlo!”
Pero tú, Señor,
eres mi escudo protector,
eres mi gloria,
eres quien me reanima”.

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