Hay palabras grandes, de hondo
significado, en las que cabe el mundo entero. Una de ellas es “misericordia”.
Significa una actitud de bondad hacia toda
la gente, y sobre todo hacia los que más lo necesitan.
No estamos ciegos, todos sabemos cuáles
son las personas de nuestro entorno que más necesitan nuestra aceptación y
abrazo sincero. Y si no nos hemos dado cuenta, basta con ir a los centros de
acogida, a las organizaciones de ayuda, a las residencias de ancianos, a los
pisos que tienen a los niños sin familia, a los grupos de personas que ayudan
en las cárceles, en los hospitales.
Literalmente, misericordia significa que
nuestro corazón atiende y se preocupa por los que lo necesitan.
No se puede descuidar la vía del
prójimo, de nada sirve rezar si no atiendes a tu hermano, a tus personas
cercanas, y también a los más necesitados de tu entorno.
A veces la relación más problemática es
con los más cercanos. Qué casualidad que los que más problemas nos dan sean los
que tenemos más cerca. Pero no es tanta casualidad: tenemos que reconocer que
la convivencia es difícil, en cambio de visita todos somos más civilizados.
Se trata de aceptar las cosas tal como
suceden y a las personas tal como son. A partir de ahí podemos empezar a
funcionar en armonía y a construir la paz del mundo.
Un corazón compasivo: acoge, acepta,
integra, impulsa y disculpa.
El que actúa con compasión hace de
padre, madre y hermano para aquellos que más lo necesitan. Todos somos
realmente familia universal, pero hemos puesto entre nosotros demasiadas
barreras, fronteras, tabiques.
La vida nos va poniendo las soluciones a
mano, somos sus criaturas. Alguien me decía: “ha tenido que ocurrir la
enfermedad de este familiar mío para que yo haya podido acercarme y dialogar
con él”.
Sí, a veces las soluciones vienen a
través de una crisis, o de dificultades de salud, económicas o de otro tipo.
Todo es para bien, también las
enfermedades y las dificultades, aunque con ellas nos creamos que no hemos
llegado a ninguna parte.
Todo nos guía, suave e
imperceptiblemente, hacia un mayor conocimiento de nosotros mismos, o lo que es
igual: a una mayor aproximación al Ser que nos habita.
Abramos nuestro corazón y dejemos salir
misericordia y compasión hacia todo y hacia todos.
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