“Cualquier
orilla a la que la corriente de la vida te lleve es buena para ti: eso es la fe”.
(Pablo d´Ors).
Cualquier cosa es buena para nosotros,
nuestra felicidad no está en tenerlo todo, conseguir metas o tener éxito en cualquier
actividad o proyecto, y al decir esto me refiero también a los proyectos más
insignificantes, entre los que se puede incluir preparar una comida o cualquier
otra faena aparentemente rutinaria.
Los problemas no son tales problemas, la
solución la llevamos incorporada, porque tenemos un botiquín personal adaptable
a todos los terrenos, que nos cura las heridas y nos vuelve a poner en marcha
después de cada tropiezo.
Ese botiquín se llama reflexión,
meditación, introspección, diálogo íntimo. Y cuando lo utilizamos, los
conflictos se desmoronan porque los miramos de frente: aceptamos nuestra vida
tal cual es. Entonces no hay problema que pueda con nosotros porque se
convierte en oportunidad para madurar, formarnos, crecer.
Es decir, que podemos equivocarnos, que
la razón no siempre está de nuestra parte, pero a veces somos demasiado engreídos,
estamos llenos de soberbia.
Vamos a rebajarnos un poquito, a ver a
cualquier otro como el Otro, a amarle y servirle con entusiasmo, con dedicación
y alegría. Y a no importarnos que nos pisen, o nos den de lado, o no cuenten
con nosotros.
Manifestar conformidad con lo que nos
sucede, intentando siempre la bondad en todas nuestras acciones. Si lo conseguimos
estaremos iniciándonos en el camino de la sabiduría.
Se trata, dicho de otro modo, de que los
problemas no te encuentren, de que “el daño” que va dirigido a ti, no te halle
porque tú no estás, ha desaparecido tu ego egoísta, y solo hay un espacio de
amor por donde tú caminas.
Cuando digo esto mismo a los que me
rodean, me dicen: pero eso es difícil. Yo contesto: es mucho más fácil de lo
que parece. Se trata de tener las ideas claras, de apostar por la armonía y la
reconciliación, y poner manos a la obra.
Lo que sucede es que estamos metidos en
una serie de conflictos interpersonales, en una espiral de “me atacan-yo
ataco”, “me miran mal-yo respondo con el mismo gesto”, “me rechazan-yo rechazo”.
Por eso son importantes las situaciones
de crisis, problemáticas, en las que tocas fondo y no tienes dónde agarrarte, en
las que tienes que aceptar la ayuda de los demás, y ves que no estás solo, que
hay infinitos cauces para llegar hasta el fondo de tu corazón donde te espera
la Presencia/Amor que te acompaña.
Decía Simone Weil: “En la alegría o en la tristeza, lo único que importa es el contacto
con Dios”. Busquemos ese contacto siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario