Sal 36: “Confía en el Señor y haz lo bueno, vive en la tierra y mantente fiel.
Ama al Señor con ternura y él cumplirá tus deseos más profundos”.
“Confiar y hacer el bien”: Hacer lo
bueno tiene que ir unido a la confianza, porque no se puede hacer el bien y
estar impregnado de desconfianza hacia todo: la gente, la vida. Tú, haz tu
parte, lo que te toca hacer, después confía. Muchos problemas nos vienen de la
desconfianza.
El que confía es feliz como un niño que
sabe que está en buenas manos y nada le puede pasar.
Los seres humanos tenemos problemas, no
hay nadie que esté libre de ellos, lo que nos hace diferentes es la manera de
encararlos, de aceptarlos.
En las mismas circunstancias, a veces
muy duras, para todos, unos reaccionan de una manera diferente a otros. Hay
quienes comparten lo poco que tienen en situaciones de penuria, sacan fuerzas,
ponen ilusión, no se hunden a la primera embestida del destino. Son los que
confían, los que se saben amados, y privilegiados tan solo por vivir.
“Vive en la tierra y mantente fiel”.
Vivir en la tierra significa vivir en la realidad, en lo que a ti te ha tocado
en suerte, no en lo que te gustaría o en lo que habría podido ser, no en el
plano virtual ni en una burbuja artificial sin tener contacto con lo que te
rodea. Es decir, hay que tomar las cosas tal como son, y aceptarlas.
Y ser fiel es no abandonar al primer
contratiempo, lo vemos muy claro en el terreno de la amistad, aunque las
circunstancias se pongan totalmente en contra, yo defenderé a mi amigo y él a
mí, seremos fieles a nuestra amistad, a nuestro cariño, pase lo que pase.
“Ama con ternura y tus deseos profundos
se cumplirán”: esto hay que experimentarlo para ver que
es cierto, que los deseos que están en tu corazón ya te han sido regalados como
indicadores o señales de adónde quieres llegar, de cuál es tu meta, o tus
metas, a lo largo del camino.
Los deseos profundos son postes
indicadores a los que nos debemos abrazar porque son un fuerte nexo con el
infinito, son el ancla que nos sitúa dentro del abismo amoroso.
El salmista sigue diciendo: “El Señor dirige los pasos del hombre y le
pone en el camino que a él le agrada; aun cuando caiga, no quedará caído,
porque el Señor le tiene de la mano”.
El que cree esas palabras, vive confiado.
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