Le comentaba a un grupo de amigas que yo
cuando veo que alguien puede estar disgustado o serio conmigo, sin saber
exactamente lo que ha pasado y sabiendo que yo no le he hecho ningún mal, le
pido perdón.
Mis amigas quedaron algo escandalizadas
y hasta enfadadas, “¿cómo pedir perdón si tú no has hecho nada?”
Les expliqué que yo no puedo vivir si
alguien está disgustado conmigo: no puedo respirar con calma, contemplar los
paisajes, meditar, escribir, disfrutar, estar en armonía con lo que me rodea.
Por eso en alguna ocasión que me ha
pasado que alguien me retira el saludo o le noto yo enfadado conmigo, tengo un
atajo para recuperar la armonía y la paz y para que la otra persona me devuelva
la sonrisa: le pido perdón.
“¿Y si la culpa la tiene la otra
persona?”, me decían mis amigas. A mí eso me da igual, yo lo único que quiero
es recuperar la paz que me hace falta para respirar, y así lo consigo.
Lo recomiendo, haz la prueba amigo/a que
lees esto. No falla, siempre acabas dándote un abrazo con esa persona que hace
un momento te miraba con expresión disgustada, y te aseguro que la vida te
vuelve a sonreír.
Tienes que ir con total humildad y
sinceridad, decirle: “te pido perdón por lo que haya hecho, no sé lo que ha
pasado pero me gustaría recuperar tu amistad. Perdóname, te lo ruego.” Tienes
que reconocer todas las acusaciones que en ese momento te haga esa persona,
aceptar tu culpa y seguir insistiendo en su perdón.
Nunca hay motivo para alterar o romper
la armonía que nos alimenta. No hay razones de peso para estar enemistado con
nadie.
Tenemos un problema común, universal,
los humanos: siempre nos creemos con la razón de nuestra parte. Eso hace que
nos peguemos batacazos, que haya encontronazos con otras personas, que vayamos
por la vida sufriendo heridas y provocándolas.
Vemos clarísimo lo que los otros tienen
que hacer, nos metemos en su vida, opinamos lo que nos da la gana, y lo que
decimos “va a misa”.
Por supuesto, jamás dudamos de nosotros
mismos, de nuestras afirmaciones y razonamientos.
Pero, ¿por qué tenemos que tener siempre
la razón nosotros?
Es hora de hacer terapia de humildad, de
engrandecer la figura del que tenemos al lado porque siempre viene a enseñarnos
algo, aunque tenga un carácter irritable o sea “un ignorante” desde nuestro
punto de vista.
Es hora de que nos pongamos en último
lugar y de que pidamos perdón de todo corazón para así restablecer la armonía en
la tierra y devolver la calma a nuestro corazón.
Esa calma es la tierra abonada y oreada
donde nace la paz y la alegría. Y, por supuesto, la gratitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario