Llega a mis manos un artículo sobre el
cardenal Carlo María Martini, contando que durante los 22 años que estuvo como
arzobispo de Milán los jóvenes acudían a la catedral en tal cantidad que ya no
cabían. Él organizó grupos parroquiales en los que repartía a los jóvenes el Evangelio
de san Marcos, junto a los Salmos, y se les invitaba a subrayar el texto con
rojo y azul. Había que leerlo y releerlo con el objetivo de que ese texto les
hablase al corazón.
Decía Martini: “El texto bíblico habla de mí, me habla a mí y me invita a responder”.
“Habla de mí”: me explica lo que estoy
viviendo.
“Me habla a mí”: dialoga conmigo, me
consuela, me da fuerza, me da la luz que necesito.
“Me invita a responder”: en las
situaciones concretas de mi vida, en mi día a día.
En estas pocas palabras está dicho lo
esencial.
Porque la Biblia, al igual que la Vida, nos
habla, nos empuja a caminar, nos lanza los mensajes de ánimo que nos hacen falta en cada momento.
Yo recuerdo que hace un tiempo, no
mucho, no pensaba en leer la Biblia, era “un rollo”, no me gustaba. Todo
necesita su momento, está claro que yo no estaba preparada. “Cuando el
discípulo está preparado llegan los maestros”.
Actualmente, la Biblia me habla a mí personalmente,
y me invita a responder. Es mi libro amigo.
Tengo la gran suerte de haber encontrado
una edición de la Biblia en lenguaje sencillo. Se llama “La Biblia de estudio.
Dios habla hoy”.
Por poner tan solo un ejemplo, no es lo
mismo leer: “avivaste mis bríos”, que
“aumentaste mis fuerzas”. Estas son
las palabras sencillas de que hablo. Y como este, montones de ejemplos más.
Tengo más Biblias pero esta es la que leo y subrayo, la que rastreo y abrazo.
Y cuando me ataca la angustia sobre si
es así como debo actuar, caminar, buscar, recibo de mi libro el mensaje
tranquilizador: no tengas miedo a las dudas, a las cuestiones que oprimen tu
corazón, acógelas y ten paciencia. Muchas dudas tenían también los que vivían
hace 2000 años. Mt 11, 3: “Envió a alguno
de sus seguidores a preguntarle si él era quien había de venir o si debían
esperar a otro”.
El viaje de la vida es único y extraordinario
y plantea idénticos interrogantes en los corazones humanos.
Con este libro experimento un diálogo:
recibo la palabra adecuada en el momento que la necesito y yo le respondo con
mi vida. Hay un Ser maravilloso, algunos lo siguen llamando Azar, que me habla,
quiere llegar hasta mí, y ese es uno de sus caminos.
Por eso tengo mi libro en lugar
preferente, lo abro con respeto, y no dejo de consultarlo cada día. Alguien me
habla a través de sus líneas.
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