miércoles, 9 de enero de 2013

La voz del infinito


Estoy aprendiendo a escuchar la voz del infinito: en mis anhelos más íntimos, en mis impulsos a hacer o no hacer, decir o callarme, en lo que tengo entre las manos, en lo que me trae cada día. En lo de siempre y en lo nuevo.

La escuela que es la vida, me enseña, y yo recibo con gozo todas las lecciones. Sé que vienen para mí de parte de Alguien, con eso es suficiente para sentirme feliz.

Estoy aprendiendo a ver que no me hace falta nada más, que lo tengo todo, absolutamente todo, ante mis ojos, que todas las piezas encajan y todas las casualidades que me han guiado a lo largo de la vida trazan un camino recto hacia mí misma, hacia mis tesoros escondidos.

Solo mi impaciencia por lo que creo tiene que llegar me impide ver lo que ya tengo. Estoy en el lugar exacto, en el momento preciso, en la situación idónea para alabar y agradecer, ese es el aprendizaje básico para mí: esa es la primera lección.

Nos aferramos a las cosas materiales como lo absolutamente necesario, pero todo eso es superfluo y pasajero, no nos lo llevaremos con nosotros cuando cambiemos de piel. Sí que nos acompañarán los tesoros auténticos, los que no se pueden comprar con dinero.

Las noticias negativas, que son tantas, no nos tienen que quitar lo único importante que es la paz interior, y de eso nos pueden dar lecciones los marginados del mundo, los que han sido desposeídos de todo y solo les queda sentirse humanos en las manos de su Creador. Ellos son nuestros maestros.

Y cuando acerco la mirada a lo que sucede a mi alrededor siempre encuentro detalles de bondad increíbles, destellos de belleza extrema. Lo esencial ya lo tengo, ya me envuelve.

Decía Tagore: “Si en la noche lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”. Las lágrimas podrían ser esas quejas que nos envuelven y nos impiden la visión en profundidad.

Es importante dedicar un tiempo a secarnos las lágrimas, es decir, a extirpar hasta la última de las dañinas quejas que quieren instalarse en nosotros y que ensucian nuestro corazón.

Somos servidores de algo grande, que nos da la luz que necesitamos. Aunque nos parezca que no es mucha, siempre es suficiente.

Si aprendemos a no quejarnos descubriremos todo un universo de estrellas y de amor que ha sido creado tan solo para que lo contemplemos y lo saboreemos.

Que estemos atentos a las señales de la vida que nos dicen que somos amados y nos traen cada día lo que necesitamos.

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