domingo, 18 de noviembre de 2012

Remojar la palabra


“Me gusta remojar la palabra divina, amasarla de nuevo, ablandarla con el vaho de mi aliento, humedecer con mi saliva y con mi sangre el polvo seco de los Libros Sagrados, y volver a hacer marchar los versículos quietos y paralíticos con el ritmo de mi corazón”. (León Felipe).

Si te toca el corazón es que lo que está escrito es para ti. A mí me conmueve profundamente la belleza y la inspiración de estas líneas. Tanto me toca, que no puedo dejar de aprendérmelas y repetirlas como una letanía.

“Remojar la palabra divina”, prestarle nuestro calor, nuestro ardiente corazón, para que no sea letra muerta sino aliento y vida. Notar como un impulso a hacer las cosas porque sí, no por sus efectos. Por convencimiento, no por sus consecuencias. Por disfrute, no por miedo.

Y cuando leas en Ezequiel, es un ejemplo entre tantos: “yo pondré a mis ovejas alrededor de mi monte santo y las bendeciré, les enviaré lluvias de bendición, en el momento oportuno”, te sentirás una oveja privilegiada y sabrás que estás bendecida por esa lluvia. Y esas palabras olvidadas, volverán a cobrar vida, con el latido de tu corazón.

Eso significa para mí vivir la vida plenamente, no hace falta nada más, no se necesita entender nada ni hacer descubrimientos aparte.

Junto a los mensajes bíblicos, a los que yo doy mi aliento de vida, tengo los testimonios actuales y de otros tiempos, que me hablan con total claridad.

Puedo decir que todo es repetición y copia, no hay nada nuevo. Lo que yo vivo ya lo han vivido otros a lo largo de los siglos. Hay que tener humildad para reconocerlo.

Por eso, mira a tus maestros o mediadores, mira a los que te han precedido, todos te hablan a gritos: la vida merece la pena vivirla con ilusión. Aprende de tus errores y equivocaciones, todo te quiere enseñar algo.

Y cuando te acerques a los Libros Sagrados, lleva cuidado, porque cualquier frase de lo más sencilla, te puede cambiar la vida, si la haces tuya, si la “humedeces con tu sangre”.

Tan solo con escuchar: “levántate y anda”, puede ocurrir una revolución interna en tu vida. Si te encuentras con: “desde lo profundo de mi ser te busco”, te conviertes en buscador incansable de lo infinito. Y si lo que lees te dice: “para el que cree todo es posible”, entonces ya te has adueñado de la llave de la felicidad.

Remojar, amasar, ablandar, humedecer. Todas son palabras que entendemos. Los mensajes que nos llegan siempre están a nuestro alcance.

El Maestro se sabe su oficio, y nos allana los caminos para que seamos alumnos aplicados, aprendices ilusionados de eternidad.

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