domingo, 28 de octubre de 2012

A veces me olvido


A veces me olvido de lo esencial, y me enfurruño, me enfado, como consecuencia no me llega la alegría, la paz se me evapora, y no me siento bien.

Entonces tengo que hacer una sencilla reflexión para que las cosas vuelvan a su sitio, para que la paz se sitúe nuevamente en su casa, que es mi corazón, y para volver a respirar con confianza.

Tenemos una tendencia muy marcada a cargarnos de tensión y amargarnos la vida. Por eso conviene que sembremos el camino de momentos de reflexión, hacer las paradas necesarias para seguir existiendo como personas verdaderamente humanas, no como seres cargados de negatividad.

A veces me olvido de que soy Hija privilegiada, y me angustio. Vivo de espaldas a mi casa que es la Creación entera. Y no soy consciente del poder de mi corazón. Lo esencial se me hace oculto y las sombras se me apoderan.

Pero todos los estados de ánimo me son necesarios; cuántas veces cuando me siento a disgusto, es cuando me movilizo y me pongo en búsqueda.

Como decía Albert Einstein: “Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno”.

Cuántos grandes sabios, y grandes santos, han tenido que experimentar una crisis para ponerse en marcha y encontrar su sitio en la vida.

Yo no soy diferente de ellos. En mi corazón, tengo la misma dignidad y grandeza. Lo que era bueno para ellos también lo es para mí. Nuestra materia es exactamente la misma que la de ellos, solo nos hace falta experimentarlo así. Y es que la grandeza nos viene de fábrica: hemos nacido, quiere decir hemos sido pensados, aceptados, amados hasta el infinito. Somos grandes e increíbles, resplandecientes, por naturaleza.

Esa grandeza viene siempre de la mirada amorosa que está puesta sobre nosotros, no tenemos que hacer nada por conquistarla, es gratuita.

Tomamos posesión de ella en cuanto abrimos los ojos interiores y nos sentimos personas bendecidas y agradecidas.

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