domingo, 16 de septiembre de 2012

Seamos respetuosos


Yo no puedo hacer nada para aumentar la fe del mundo, no está en mi mano. Sí puedo hacer para cuidar y alentar la mía.

Vivo en una sociedad en la que no está de moda ser creyente, más bien es un motivo de burla y de incomprensión. En la sociedad de la tolerancia no se tolera a los que pregonamos que estamos en las manos divinas y que no hay que preocuparse de nada, que todo está controlado. Esta simple declaración de fe es motivo de grandes risotadas.

Los que vivimos en esta sociedad ya estamos acostumbrados a esta situación, no nos extraña, lo que nos produce extrañeza es saber que hay países en los que no sucede esto sino todo lo contrario: en los que desde cualquier medio de comunicación se puede hacer una exaltación de la propia fe, una defensa de Dios, sin provocar reacciones de ataque en los receptores de esa información.

Yo a veces comento en grupo que en el resto del mundo no sucede así: continentes enteros están inmersos en una firme creencia en Dios, y en unos rituales y gestos de alabanza cotidianos, y desde situaciones de marginación económica y de injusticia social nos dan lecciones magistrales de espiritualidad y trascendencia. Porque tienen la decisión de alabar a Dios aun en medio de sus desgracias.

Nuestra sociedad ha madurado respecto a la dignidad y los derechos humanos, la ecología y el medio ambiente, pero hay una evidente falta de respeto hacia los sentimientos espirituales y religiosos de la gente.

Digo esto no como un acto de protesta sino de aclaración, por si alguien aún no tiene las cosas claras y piensa que lo de aquí es la norma para todo el mundo.

Seamos abiertos y respetuosos con todas las creencias y las increencias de la gente. No cerremos el corazón a los auténticos tesoros de la tierra, que son los seres humanos.

El Viento que todo lo mueve, sopla donde y como quiere, y nos ayuda a todos, al margen de si creemos o no. Aceptemos y amemos a todos, igual que nosotros anhelamos ser aceptados y amados.

El respeto es una actitud básica para la convivencia. Se vive más feliz cuando se vive confiando y siendo respetuoso con todos los seres humanos.

 

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