miércoles, 12 de septiembre de 2012

Nada nos pertenece


Cuanto menos nos preocupemos por nosotros mismos más encaminados vamos. Porque suele ser un obstáculo esa auto-contemplación excesiva. Para ello es de gran ayuda el sentido del humor: reírnos de nosotros, no tomarnos en serio, eso nos ayuda a quitarnos tensiones de encima, de lo que andamos siempre necesitados.

Nada nos pertenece: la vida es prestada, también el cuerpo: los pies, las manos, el corazón. Se nos encarga el trabajo que tenemos y todas las actividades en las que participamos.

Nuestros proyectos tampoco son nuestros. Alguien actúa a través de nosotros.

Coloquémonos en el plano secundario que nos corresponde y contemplemos a la vida realizarse a sí misma, al margen de nuestros éxitos o fracasos, de nuestro super-ego-inflado.

Todo lo que poseemos es en depósito, como un préstamo. Visto así, cambian las cosas.

No hay que preocuparse de que acertemos o no en lo que vamos haciendo, porque tenemos un Espíritu cuidador que nos mira continuamente, sabe lo que necesitamos, sabe de nuestra ignorancia, lo tiene todo previsto para nuestra formación. Creerse esto es el camino más directo para acceder a la dicha que nos está destinada.

Por eso consideremos con total respeto la más mínima parcela de nuestra vida: lo más escondido y rutinario está alumbrado por la misma luz que los actos extraordinarios.

Es grande el misterio de la creación. Es un milagro la vida, una maravilla nuestro cuerpo. 

Vamos a proponernos disfrutar de todo: desde la suave brisa que acaricia nuestra piel hasta el hondo abrazo que nos dan los seres queridos, desde el aire que llena nuestros pulmones hasta ese proyecto de trabajo que nos ilusiona. Así conseguiremos estar conectados con el presente, que es nuestro lugar de existencia único. Leemos en Hebreos 3: “Animaos unos a otros cada día mientras dura vuestro hoy” La vida se desarrolla en un “hoy” y “ahora”.

Sobre todo borremos los malos augurios, que solo nos sirven para sufrir innecesariamente. Eliminemos los ¿Qué pasará cuando…? ¿Y cuando no pueda…? ¿Y si me falta…?

Hasta en los peores momentos podemos encontrar detalles de ternura de la vida que van dirigidos hacia nuestra persona.

Si a estas alturas aún no hemos aprendido a confiar, es el momento de hacerlo porque como dicen los textos bíblicos: nuestros proyectos y planes pueden fracasar, jamás su plan de amor sobre nosotros.

Conviene que nos unamos a él/ella. Que no vayamos “de chulitos”, de “sabelotodos”. Que inclinemos la cabeza y digamos: AMÉN.

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