“El
mundo no es un todo redondo y clausurado sino que es dinamismo, está lleno de
disposición o tendencia hacia algo, de capacidades a la espera de su
realización, de desarreglos que piden equilibrio, de frustraciones que tienden
a curarse, de deficiencias en busca de plenitud, de hambres que ansían
saciarse. Es el TODAVÍA-NO como marca indeleble de una realidad que, siendo
algo, no es todo lo que podría ser”. (Andrés
Torres Queiruga).
Efectivamente, nuestra realidad se puede
definir como “todavía-no”, eso lo sabe todo aquel que es consciente de su
existencia.
A nivel cotidiano lo experimentamos en
todas “las hambres” que nos constituyen: desde las materiales a las afectivas,
desde las sociales a las espirituales o trascendentes.
La lucidez la da el saberse en ebullición,
en cambio permanente, nuestro terreno no es algo estático y ya conquistado sino
algo por lo que cada día nos ponemos en marcha, para conseguirlo.
La emoción irresistible es saberse en
proceso, con todas las posibilidades de realización siempre en el horizonte.
No nos hace falta mirar la dificultad de
las relaciones humanas ni la debilidad ajena, con la nuestra tenemos una buena
muestra. Ninguna debilidad del mundo nos es extraña o desconocida.
Alguien podría decir: “pero yo no
asesinaría, ni maltrataría…” Si a ti te hubieran maltratado o violentado quizá
actuarías del mismo modo que los que lo hacen.
Cada uno tiene la opción de saciar sus
hambres de un modo u otro, ahí entra la libertad de la persona, y también de
desmarcarse de comportamientos que no le convienen.
El mundo no está terminado, clausurado.
Podemos hacerlo como queramos, a nuestro gusto, con detalles personales. Cada
piedra del camino, cada brizna de hierba hace su aportación única a la
creación. Cuánto más nosotros, que se nos ha dado la opción de tener un corazón
enamorado y unas ganas que nos hacen avanzar, aun en medio del desierto del
egoísmo, la frustración y el sufrimiento, hacia nuestra
plenitud.
“Cuando
se puede sufrir y amar se puede mucho, se tiene un gran poder, se tiene el
mayor poder posible en este mundo”. (Padre
de Foucauld).
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