Dios hace milagros para mí en
la intimidad de mi persona. Son milagros espectaculares que habitualmente no
puedo compartir con nadie. Hace un rato añoraba encontrar en la Biblia una cita
que me gusta mucho, he abierto por una página, ahí no estaba, he mirado hacia
otro lugar y cuando he vuelto a mirar el libro, ahí estaba la cita: un soplo de
viento divino que ha entrado por la ventana me la ha traído en el momento que
la anhelaba. Esta es la cita, de Proverbios 4: “Aférrate a la instrucción y no la descuides, ponla en práctica, pues
es vida para ti. Atiende a mis palabras, hijo mío, préstales atención, jamás
las pierdas de vista. ¡Grábatelas en la mente!”
Hay una voluntad clara sobre
mí de que yo estudie su Palabra, que la desmenuce, la paladee, y a continuación
se la dé a otros, masticada por mí.
Primero la disfruto yo, la
saboreo, la abrazo, la huelo (sí, me acerco el libro a la nariz). A través de
ese libro, esas páginas, esas letras de imprenta, Aquello Que Es Solo Amor se
ha comunicado conmigo. En esas letras se ha expresado su voluntad sobre la mía,
y se me han dado unas indicaciones. Eso es absolutamente milagroso.
Si al leer esta cita, o
cualquier otra, notas un cosquilleo por dentro, una ilusión, unas ganas,
entonces es que la cita también es para ti, y puedes empezar a saborearla y a
ponerla en práctica.
Conviene
que estemos centrados, en cualquier tiempo y lugar, para ver esos milagros
cotidianos que nos dejan asombrados. Para ello, podemos repetir a modo de
letanía: “Este es el momento de mi encuentro con Dios”. No hace falta esperar a
ver qué sucederá mañana, ni aguardar a que se me solucione este problema que
tengo ahora. En esta circunstancia, en este malestar, en esta misma actividad
rutinaria y monótona está mi gozosa eternidad, si yo sé verla.
Nosotros mismos creamos
nuestras historias, envueltas en confianza o en inseguridad, en pequeñez o en
grandeza. Lo dice Douglas Bachman: “Es la
mente la que crea las cosas que pasan en tu vida”. Así mismo podemos crear
nuestro mundo interior, acondicionarlo a nuestro gusto, hasta en los más
mínimos detalles.
He decidido que voy a crear
un espacio muy especial dentro de mí, donde yo y todos “los yos” que por mí pasen nos sintamos bien, y podamos admirar y
saborear los hechos extraordinarios que nos han sido destinados.
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