Día
tras día damos pasos dentro, desde y hacia nuestra Realidad. Este caminar o
retornar a lo que somos es la conversión.
Lo
primero que salta a la vista es que nos falta fe y convencimiento en que ese
retorno es posible. Y la confianza, en este proceso, es esencial. Por qué no
creer en nuestro propio camino y sobre todo en nuestra victoria a pesar de las
sombras.
Cuidar
la interioridad es la mejor vía para cumplir con el deseo de ser en plenitud,
de vivir con el corazón entero, y de afirmarnos como personas que buscamos
habitar conscientemente en este mundo y tener un diálogo íntimo con la
Trascendencia.
En
nuestro caminar tenemos que ir de la mano con todo el universo, nadie puede
quedar marginado. Somos un todo, una manifestación única de la creación
agradecida, y vamos en bloque, nada de compartimentos separados: yo sí, tú no.
“Cualquier ser humano forma
parte de ese todo que llamamos “universo”, una parte limitada en el tiempo y en
el espacio. Se siente a sí mismo, sus pensamientos y sensaciones, como si
estuviera separado del resto, una especie de ilusión óptica de la conciencia.
Esta ilusión funciona como una cárcel. Nuestro objetivo consiste en liberarnos
de esta prisión ampliando nuestro círculo de compasión a todas las criaturas y a
toda la naturaleza”. (Albert Einstein).
Estamos
íntimamente unidos con los seres más perversos y también con los más santos. Somos
uno con el universo, y lo que a cada uno se le ha dado de sabiduría es para
volcarlo de modo natural al resto. Elijamos la compasión como nuestro estado
natural. Nada tenemos en propiedad, solo nos alumbra la certeza de saber que
somos amados. Esa es nuestra única luz.
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