miércoles, 25 de julio de 2012

No estar dormidos


El deseo es nuestro aliado, con él ya hemos llegado a la meta de la búsqueda y la contemplación. No nos damos cuenta de su importancia, de lo que supone de unión y enlace con el objeto deseado.
Cuando deseo vivir, ya tengo la vida. Si deseo morir, me aproximo a la muerte. Y tengo el infinito al alcance de mi mano con solo desearlo.
Ese anhelo es el enganche que necesitamos para estar en marcha, mejor aún, para concebirnos a nosotros mismos como caminantes, en búsqueda.
Es muy importante esa consciencia de nuestro peregrinar y de nuestra debilidad, porque nos hace sentirnos necesitados, nos da el impulso para apoyarnos en el  Otro y dejar de creernos el centro de todo.
El deseo es una mano que se nos tiende desde la otra orilla. Con solo eso, ya nos sentimos a salvo, en casa. Y solamente las personas que lo sientan pueden entender estas palabras.
No sentir ese ansia, no saberse en esa búsqueda, equivale a estar dormido, distraído de lo esencial, también a estar muerto.
Por eso en todos los textos de espiritualidad se nos repite una y otra vez: “¡Despierta!”
Nuestro despertar siempre va acompañado de gratitud y de sorpresa. Además significa una aventura, nuestra vida se llena de descubrimientos íntimos, de misterios al alcance de la mano, de pasión y entrega.
Nuestro “abrir los ojos” va unido a la emoción de sentirse amado y escogido. Nos distancia de la mediocridad y de las sombras, nos acerca a la auténtica sabiduría.
Los deseos que van encaminados a enriquecer nuestro estar en el mundo y nuestro sosiego íntimo son un regalo. Esa misma ofrenda que se nos hace, se transmite por mediación nuestra. Porque la energía divina circula sin parar, siempre está dándose.  
Y es gracias a nuestro anhelo como alcanzamos a saborearla y a disfrutar de momentos especiales. Lo que pasa es que estamos tan acostumbrados a detenernos en lo negativo que apenas le concedemos importancia a lo positivo. Siempre le ponemos algún “pero” a todo. Siempre estamos insatisfechos.
Mi deseo es que esas ganas interiores que nos mueven nos lleven de la mano a nuestro destino, por el camino recto de la honradez y el buen hacer.
Me inundan los deseos de paz para todos los que leen estas líneas. Y sé que con solo desear la paz, la atraigo.


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