miércoles, 27 de junio de 2012

Actúa por medio de todos


“Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos”. (Ef. 4, 6)
Entonces, ¿dónde queda la actuación del hombre? Me temo que hemos sido mal informados desde el principio. Tan solo los grandes santos han tenido intuiciones divinas, nunca mejor dicho.“Todo lo hace Dios” dice Santa Teresa.
Porque de ese texto evangélico a la creencia en un Ser separado de nosotros que nos premia o castiga nuestras acciones, va un abismo.
Es una verdadera revolución la que sucede en el centro de nuestra persona cuando desmontamos lo aprendido y nos asomamos a esta nueva realidad. Se puede comparar con la alegría del enamoramiento, con la ilusión que se pone en los detalles con el amado, con la sensación que se tiene de “qué guapo es mi novio”.
Solo con nuestra existencia ya hemos sido premiados porque somos pensados y sostenidos en la vida durante un brevísimo instante de tiempo, para apreciar la belleza de todas las cosas, la maravilla de la creación, para enamorarnos de lo creado y darle nuestro apoyo y cariño. Desde nuestro rincón/tierra no vemos más que una minúscula porción de universo, es un lujo a nuestro alcance poder disfrutar de ello.
Y es en nuestro rincón interior donde se nos regala acoger al creador, al huésped divino que actúa por medio de todos y está en todo. Y ese es nuestro poder, nuestra alegría: “ser en” y “ser de” él.
Cuando tengas un problema, grande o pequeño, piensa siempre y créetelo firmemente que hay Alguien/Algo, infinitamente más interesado que tú en que eso se arregle. Solo con pensar eso, recuperamos la paz, perdida una y otra vez. Esto vale para todas las cosas que llevamos entre manos, todos los proyectos de trabajo, todas las actividades del hogar, todas nuestras interrelaciones, todo.
Deja tu vida en sus manos. Despreocúpate de los inconvenientes, porque se te arreglan solos. Él actúa en todas tus cosas, tiene en sus manos tus asuntos, y está empeñadísimo en que todo vaya bien.
Se puede pensar: “¿Entonces yo no tengo que hacer nada?” En verdad, absolutamente nada. Lo que sucede es que cuando vemos todo esto ya nos ha cambiado la vida, y no podemos dejar de colaborar con aquel de quien nos hemos enamorado. Estamos conscientemente a su servicio.
Aunque a veces, tantas veces, nos cueste vivir y nos estanquemos en menudencias, en apegos, o en susceptibilidades, aunque las cosas nos salgan mal, el día parezca oscuro, y las tormentas nos tapen el sol… no nos dejemos engañar, la vida es mucho más fácil de lo que parece, se trata sencillamente, llanamente, de poner la confianza en el Único-que-Sabe, el que nos ha traído hasta Aquí y nos presta su aliento y su amorosa energía.


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