domingo, 29 de abril de 2012

No se mueve el corazón

Nos hemos acostumbrado a la existencia, a los dones divinos, a la visita diaria de nuestro sol, a los atardeceres mágicos, al misterio de la creación. Nos hemos habituado a la belleza, y ya no se nos mueve el corazón al contemplarla, ni al caminar sobre esta tierra y sentir el latido de la vida.
Lo que es milagro extraordinario, que es el vivir, lo hemos tomado como rutina y cansancio. Algo hay que hacer para despertar nuestro interés.
Leí en una ocasión que para ser conscientes de las cosas, conviene hacerlas al revés. Si caminamos hacia adelante, hacerlo hacia atrás, o con los ojos cerrados; escribir con la mano contraria, etc.
Es decir, hay que meter imaginación en lo que hacemos. En todo, hay que introducir elementos distintos, novedosos, rompedores, para que no se nos apaguen las ganas ni se nos muera la ilusión.
La noticia más grande que llega a nuestra persona es que hay una energía incomprensible para nosotros, que nos ha creado por amor y nos sostiene en ella. ¿Nos dice esto algo? Si no nos dice nada, hay que actuar. Tenemos que poner en marcha todas nuestras fuerzas más positivas para que las noticias alegres nos traigan alegría, no indiferencia.
Cada uno sabe cuál es su punto más sensible, si es el cuerpo: contemplar la naturaleza, dar paseos; el oído: escuchar música; la piel: darnos masajes; el corazón: vivir en calma; el gusto: preparar buenas comidas. Cada uno conoce aquello que le mueve a sentir. Por ahí podemos empezar. Cuando nos sintamos bien con cualquiera de las cosas que hemos hecho, pensemos que no es azar, que ese paseo, esa calma, ese paisaje, esa comida, esa amistad, es para nosotros, que hay Algo que se ha empeñado en que estemos bien y lo va a conseguir porque su deseo es infinitamente grande.
Y cuando empezamos a ver que nada es casualidad y nos nacen las ganas de agradecer, ése es el principio de nuestro nacimiento como seres asombrados ante una creación increíble, y el inicio de nuestro despertar a otra realidad.



Pasan por nuestro lado amaneceres
y no miramos

no saltamos de alegría
cuando abrazamos la tierra
no miramos a los ojos
a todo lo creado
no nos mueve el corazón
la luz sagrada
no levantamos el vuelo
de los deseos
ni nos dejamos la piel
en cada beso

no levantamos las manos
para dar gracias
no retomamos la marcha
por las mañanas
ni saludamos los campos
ni acariciamos colores
ni bendecimos la lluvia
ni adoramos el aire

no removemos los cielos
para encontrarte

contactos fugaces
visitas inesperadas
minúsculas faenas
atraviesan nuestra jornada
en qué momento
de la creación de los universos
se programaron
tantos detalles
tantos avisos
tantos encuentros

no le damos importancia
a la sonrisa
a la palabra dichosa
a la presencia divina.

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