El orgullo es una dura piedra atravesada en nuestro interior que no nos beneficia nada, solo entorpece la entrada de la alegría, y nos impide el acceso a la humildad, que es el escalón inferior desde el que saboreamos nuestra pequeñez dentro de la Grandeza infinita que es nuestra casa.
El problema viene cuando comenzamos a ver enemigos por todas partes: “mira lo que dicen de mí, es que me miran por encima del hombro, es que se creen superiores…” Pero las palabras del evangelio nos dicen: ponte el último, si quieres ser el primero sé esclavo de todos. Estas palabras no dejan lugar a dudas, no puede haber malas interpretaciones. Peleemos por el mejor puesto: el que está en último lugar.
Hay una llave muy eficaz para deshacer el orgullo, es el sentido del humor. No nos podemos tomar tan en serio, tenemos que reírnos de nosotros mismos. Así quitaremos hierro a esos asuntos “tan graves” que nos perturban y atentan contra nuestra “intocable e importante” persona.
Todo nos enseña en esta vida, y si recibimos muchos golpes es que nos hacen falta para nuestro aprendizaje.
“El Maestro no persigue el poder, y así es verdaderamente poderoso. El hombre ordinario siempre busca poder, y así nunca tiene suficiente. (Tao 18).
Abandonemos nuestro endiosamiento. No somos más que nadie, no necesitamos un tratamiento especial. Todo lo bueno que poseemos se nos ha regalado, sin ningún mérito por nuestra parte, “nadie puede tener nada si Dios no se lo da” (Jn 3). Somos depositarios de grandes dones. Somos guardianes de nuestra Persona, que es un templo mucho más grande que el que se construyó en la antigüedad, y es el lugar más increíble de toda la galaxia, donde nos sucede un Encuentro íntimo, tierno y transformador.
¿Qué más podemos desear que lo que ya tenemos? Nuestra vida ya es perfecta tal como está. No podemos añadir una hora a nuestros días, ni una coma a lo que nos pasa. No somos poderosos, sí somos contemplativos. Y para contemplar bien hay que situarse en el peldaño de la humildad, desde donde se ven las cosas más pequeñas, las que tenemos a mano, las únicas que podemos disfrutar.
El orgullo nos sobra, no nos sirve. Sólo nos trae problemas. No nos deja ver la increíble belleza de la vida.
Apeémonos de ese tratamiento especial que queremos recibir de nuestros semejantes. Riámonos de nosotros mismos. Abracemos a la humildad como el don más preciado. Y caminemos.
3 comentarios:
Cuando leo tus palabras mi alma descansa y se alimenta de ellas. Me haces respirar siendo consciente.
Gracias por enseñarme a ver la verdadera vida.
Te quiero mamá.
Sabias palabras que me hacen (como dice María) ver la verdadera vida.
GRACIAS mi Maestra.
Soñé con la piedra de la imagen está mañana y lo investigue, alguien en mi sueño me dijo, te veo en la piedra del orgullo pero creí que era otro sueño raro pero investigue y la misma piedra de la imagen es la que imagine en mi sueño D': y estoy confundido
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