La Risa está íntimamente relacionada con el sentirse bien, con el optimismo, con ver el lado bueno de la vida, con la ausencia de amargura, con estar relajados, en calma, en una palabra, con el Reino de los Cielos.
Por lo tanto: “Risa” y “Reino” pueden ser sinónimos. ¿Por qué no?
Cuando la Risa se pierde, y también sus hermanas las Sonrisas, sólo nos queda el gesto severo, el rictus amargo, el semblante serio.
Nuestro país auténtico es el de la Risa, porque es el único que nos hace tocar el cielo que tenemos más a mano, el que está instalado en nuestro propio corazón.
Al igual que se aprende a soñar, a amar y a bailar, a reír también se aprende. Es un aprendizaje medio consciente y medio inconsciente.
Vamos a pensarlo en forma de ganancia de puntos: si ves el lado bueno en todos los asuntos, ganas puntos para la Risa, si te cabreas por cualquier motivo, importante o intrascendente, pierdes puntos. Si respiras libertad en cualquier situación, ganas. Si estás atado al “qué dirán”, pierdes.
Y a lo largo de nuestras jornadas aumentamos o perdemos puntos, y nos encontramos con un balance a favor o en contra.
Eso que llamamos nuestro “ego” es como una piedra enorme atravesada en nuestro corazón, que sofoca nuestras sonrisas y no deja entrar ni salir la brisa nueva, o el viento emocionado. Es un pedrusco egoistón y serio que nos hace mirarnos ante todo a nosotros mismos. Ese egoísmo no nos deja ver las sorpresas que nos envuelven y que hacen único cada momento, .
Con ayuda de la sana Risa nos sentimos bien y acercamos la libertad a nuestra orilla. Los científicos lo explican en términos de “endorfinas”, las hormonas de la alegría. Reír es curativo. Si enfrentamos las situaciones con una actitud alegre, lograremos aumentar la producción de esas hormonas.
La Risa es la gran aliada del Reino, y cumple su misión de situarnos en la felicidad que nos pertenece o, dicho de otro modo, de que vivamos felizmente en el aquí y el ahora.
las situaciones con una
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