miércoles, 30 de noviembre de 2011

La felicidad


“La felicidad es tu esencia” ¡Quién lo diría, con la cantidad de problemas que siempre tenemos!

Todos nuestros males nos vienen de que queremos manejar, dominar, poseer. Queremos las cosas a nuestra manera, con nuestras condiciones, en el tiempo y lugar que nosotros decidimos, y si no ocurre así, pues entramos a formar parte de la legión de desgraciados, enfurecidos, entristecidos y protestones.

Existimos en relación a nuestras conquistas o posesiones. Así funcionamos. Y así nos va.

Nos siguen diciendo: “Tú ya lo tienes todo, despréndete de tus deseos”, pero no te lo acabas de creer. Porque ¿qué haremos si no nos sentimos satisfechos de nuestros logros? Nos gusta tanto que nos halaguen, que vean lo competentes que somos, cómo sacamos adelante nuestros proyectos, cómo nos sale determinada comida mejor que a nadie, cómo tenemos éxito en el trabajo, y nuestros hijos son los más guapos, y nuestros amigos son los mejores.

Yo personalmente me reconozco profundamente en este apego: que hablen bien de mí, ser amada o aceptada.

Pero mi auténtica felicidad no está en esa meta, es independiente de mis logros. Mi felicidad me habita, y yo no tengo que añadirle o quitarle nada. Incluso no tengo que pasar ninguna prueba, ni hacer nada especial para conseguirla. Ella ya es. Y es perfecta.

Por eso adentrarse en la felicidad es adentrarse en la libertad. No espero nada. No deseo nada. No quiero conseguir nada. Vivo. Amo. Soy feliz.

Es muy intenso el camino de des-aprendizaje que tenemos por delante. Es mucho lo que tenemos que soltar. Tenemos que ir abandonando los diversos apegos que nos aprisionan y condicionan, hasta poder asomar la cabeza a nuestra única realidad. Eso es la vida. Y para eso estamos aquí.

No es difícil porque “Dios me tendió la mano desde lo alto y con su mano me sacó del mar inmenso. Me dio su apoyo, me sacó a la libertad, ¡me salvó porque me amaba! (2 Samuel 22).

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