miércoles, 21 de septiembre de 2011

Nada nos separará


“Nada nos separará del amor de Dios” Rom. 8

Nada nos separará: ni las envidias, ni las malas lenguas, ni la torpeza, ni la cerrazón, ni el mal carácter, ni la estupidez, ni la soberbia, ni los proyectos que se vienen abajo, ni las relaciones que se rompen, ni los errores, ni los pasos en falso, ni los llantos, ni las euforias, ni el dolor, ni la enfermedad, ni los insultos, ni las malas caras.

En el texto bíblico dice otras cosas, por ejemplo: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, pero las he cambiado por las que son más fáciles de entender para nosotros.

Nada nos separará. ¡Uf! ¿No da tranquilidad pensar que nosotros no vamos a estropear nada, que nuestros trapos sucios no van a alterar la decisión del Amor? Sentir que nada depende de nosotros, que lo esencial ya lo tenemos, hagamos lo que hagamos, cambia nuestra perspectiva de seres egocéntricos, y nos sitúa en el terreno donde realmente habitamos: en el misterio del Amor sin límites ni condiciones.

Nada nos separará. Lo más gordo que pueda sucedernos son batallitas sin trascendencia, lo más problemático, son nimiedades. Si miramos a un punto fijo, que es nuestra creación amorosa, podemos llegar a ser como Job y poner una fe ciega en quien moldea el universo con sus manos y nos deja un lugar privilegiado en su corazón.

Al santo Job, le van sucediendo desgracias, primero pierde todas sus posesiones, era un hombre muy rico, después matan a todos sus hijos, al final sufre enfermedades terribles en la piel, tanto que dice la Biblia: “entonces fue a sentarse junto a un montón de basura y cogió un trozo de olla rota para rascarse”. Cuando le decían que maldijera a Dios y se rebelase, él contestaba: “Si aceptamos los bienes que Dios nos envía, ¿por qué no vamos a aceptar también los males?”

Que la firmeza de nuestra fe haga que nada de lo que pueda sucedernos borre nuestra confianza. Nuestros asuntillos no son trascendentales, lo único trascendente, asombroso, extraordinario y revolucionario es la seguridad de que nada nos puede separar del amor de Dios.

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