“Siempre imaginamos que para ir son necesarios caminos, etapas, países que cambian.
Pero no es ése tu camino.
Es, simplemente, la vida.
La vida que transcurre
y que nos lleva en cuanto soltamos las amarras.”
Madeleine Delbrêl
Sí, nos imaginamos que tenemos que ir, llegar, alcanzar, realizar. Y de ahí viene nuestra natural decepción, un desánimo que arrastramos desde el principio de los tiempos.
Porque se nos hace difícil cualquier progreso, porque nuestras fuerzas son variables, y lo que andamos un día, al día siguiente lo desandamos.
Como ser humano que soy conozco bien el tema, que se puede resumir en un “quiero pero no puedo” continuado. Nadie es un superhéroe como los que nos muestran las películas. A la menor dificultad nos hundimos, nos angustiamos, y perdemos el norte.
La debilidad es nuestra característica predominante, y no es un error, así hemos sido diseñados, precisamente para que en nosotros “se demuestre el único poder”, la auténtica sabiduría. El poder divino se manifiesta en los que se sienten débiles, más que en los que se creen autosuficientes.
La vida que trascurre está impregnada de una sabiduría con poder ilimitado, que actúa para nosotros. Nos damos cuenta de ella apenas entreabrimos los ojos del corazón, que son los de ver las cosas importantes.
La vida que transcurre,
ella sola me lleva hacia mi destino,
ya puedo descansar y refugiarme
en mi gozoso pozo infinito.
Demasiada importancia puse en andar,
avanzar y conseguir,
encontrar y averiguar
Y llegar.
Y no he dado valor a existir,
gustar,
sentir,
acariciar.
Tomo dirección equivocada si camino
pero nunca cuando respiro,
alabo y río.
La madre vida me acoge entre sus manos
y entre mis sombras.
Ella responde por mí
y me sostiene,
y me concede confianza
para que alabe
y me libere.
1 comentario:
Que maravilla de texto, con que sencilleza describes lo importante.
"Tomo dirección equivocada si camino pero nunca cuando respiro..."
Eres una gran escritora, gracias por compartir tu don.
Te quiero mamá.
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