Cuando empiezas a ver que todas las casualidades no son tales casualidades, significa que algo ha cambiado profundamente en ti.
Y en casualidades incluyo no solo las pequeñas cosas que nos suceden cada día, y que armonizan nuestra existencia, sino también la casualidad de haber nacido en tal familia, tener tales amigos, recibir tales ayudas desde niños, o encauzar la vida de determinada manera.
Cuando empiezas a ver la intención que todo lo mueve, se produce un cambio en ti, en el que tú no tienes nada que ver, no ocurre por lo que tú has hecho o dejado de hacer sino porque la vida te busca continuamente el punto para que vayas en una dirección determinada, y tú te puedes despistar pero ella no. Ella insiste, insiste, insiste, para que tú despiertes de tu letargo y veas que estás en buenas manos, y puedes confiar.
Por eso yo dividiría a las personas en dos grupos, no por idiomas o por fronteras o por religiones, sino por algo más hondo: por un lado los que ven que todo sucede por azar y no hay ninguna explicación aparte. Y por otro, los que sienten que no hay casualidades sino alguien que cuida de ellos y les va allanando los caminos.
Es una diferencia fundamental, decisiva. Y aquí no tiene nada que ver la creencia más o menos religiosa que se practique, sino que es una experiencia profunda, de plenitud, que sale de dentro y es personal, por tanto cada uno lo vive de una manera.
Creer se nos da como regalo.
Y la creencia lleva a la confianza,
que se manifiesta en todo lo que hacemos,
que comunicamos a los que nos rodean,
que nos conduce a la paz,
y nos lleva a vivir
de otra manera
2 comentarios:
Que alegría pensar que pueda pertenecer a tu mismo bando.
Te quiero mamá.
En alguna ocasión he con-fe-sado: porque creo en Dios, no creo en casualidades.
Es otra manera de decir lo que nos compartes en tu entrada (¿no?)
Desde el principio de verano queriendote visitar y poco más lo hago a finales de invierno
Ya me dirás cuando empezamos
Un abrazo
al + mc
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