Nosotros que lo tenemos todo controlado, atado y bien atado, que nos hemos hecho unas normas cómodas, a nuestra medida, que no tenemos grandes sobresaltos en nuestro horizonte, nos encontramos de repente leyendo las enseñanzas de nuestro amigo Jesús que, bien miradas, son para poner los pelos de punta.
- Al que te pega, ponle la otra mejilla.
- Reza sobre todo por los que más te fastidian.
- Si quieres ser alguien en esta vida, ponte el último, y empieza a servir a los demás.
- No te preocupes por lo que sucederá mañana. ¡Como si eso fuera tan fácil!
- Da y no esperes nada a cambio. ¡Con el yo hemos topado! Somos pequeños soberanos exigentes. Una de las frases estrella en las relaciones humanas es: “¡con lo que yo he hecho por él y mira cómo me responde!”
Son enseñanzas rompedoras, demoledoras, revolucionarias. Imposibles de entender para nuestra encallecida mentalidad, para nuestros endurecidos corazones.
También nos dice que ha venido para que tengamos alegría, y nuestra alegría sea completa. Entonces, qué pasa con todo el coro de quejas que nos acompaña, de lamentos, de lágrimas, de sinsabores, de depresiones.
A lo mejor es que Jesús hablaba así porque no nos conocía, no sabía de nuestra situación, no sabía que estábamos sin trabajo, enfermos, o que se nos había muerto alguien muy querido. Parece que ese mensaje de alegría sería para unos pocos privilegiados.
O puede ser que no nos haya llegado su mensaje auténtico, sólo hemos leído distraídamente unas frases que no nos han movido el corazón, ni nos han despertado de nuestra apacible somnolencia.
Pero él nos habla a cada uno de nosotros.
Quizá ha llegado el momento de que nos sentemos, bolígrafo en mano, y vayamos viendo qué frases nos impactan, o son para nosotros, y las subrayemos, las enmarquemos, las miremos de frente. Que releamos lo ya leído, con interés verdadero, pues nos va en ello la propia vida, la dicha infinita nos está esperando en este momento.
Y coger otro bolígrafo imaginario para subrayar las cosas importantes, los mensajes de amor que nos lanza el libro de la vida, para que le demos valor a lo que realmente lo tiene y no nos dejemos enredar en malos rollos que siempre nos quieren atrapar.
Es el momento de mirarnos cara a cara, a nosotros y al misterio que nos acompaña y tratar de recuperar esa alegría que nos está destinada. Empecemos, sencillamente, por desearla y ya habremos dado el principal paso hacia ella.
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