miércoles, 29 de junio de 2011

X-Amor


Todos tenemos una base común, una fuente universal que nos habita, un fondo que es idéntico al de los demás.

Como ese fondo, al que le vamos a llamar “X”, está en todo cuanto existe, se van sucediendo las casualidades, las coincidencias. Que no son tales, sólo son la consecuencia de que X vive en todo y sabe cómo tiene que actuar para solucionarlo todo, y va dejando recaditos en la mente y en el corazón de las personas para que actúen de tal manera que parece que todo está sincronizado.

“Justo cuando me quedé sin trabajo me llegó esta oportunidad”. “Qué suerte, hoy que he hecho comida para más gente, he recibido visita que no esperaba.” “Qué casualidad, en tal sitio he encontrado lo que me hacía falta para mi investigación.”

Se pueden poner infinitos ejemplos. X lo sabe todo. Sabe lo que nos hace falta, no es necesario pedírselo. Sabe que vamos a tener visita; nos “equivoca” adrede para que pasemos por el sitio donde nos espera la información que necesitamos, o la persona que nos hace falta conocer; él mismo mueve las intenciones, y sincroniza el mundo con multitud, infinidad de detalles.

X es lo único real, estable, seguro. Y es mi base, mi lugar, mi sustancia, mi yo-mismo cuando quito mis capas superficiales. También es la esencia de la naturaleza, de los astros, de la creación entera.

X se dirige a X cuando entablamos diálogo con lo que nos rodea. Cuando abrimos nuestras puertas y acogemos al otro, es a X a quien recibimos, al mismo que nos habita.

X es el dueño y señor de la vida, no hay otro. Y nos ha formado, moldeado, y nos ama, siempre nos ayuda, lo sepamos o no. Porque tiene un pacto de amor con nosotros. Le podremos fallar mil veces, pero él a nosotros, imposible. Le podemos ignorar, incluso atacar. Pero X siempre está y estará ahí, para nosotros, a nuestro favor.

Comprender y asimilar esto es muy saludable, oxigenante, relajante. Porque no sé lo que sentirán las flores, la naturaleza o los animales, pero si sé que los humanos básicamente sentimos miedo.

Miedo a la pérdida de los seres queridos, de nuestra propia persona, miedo a morir, a la enfermedad, a lo desconocido. A no manejar ni llevar las riendas de nada. A no saber lo que es lo mejor para nosotros ni lo que ocurrirá después.

Por eso cuando sentimos, intuimos al X-Amor que ha apostado por nosotros, respiramos hondo sintiendo que pase lo que pase, él nos defiende.

Si de verdad confiamos en él, tenemos el don principal, el tesoro, la perla preciosa: nuestro cielo, aquí y ahora.

No hay comentarios:

El tablero de la vida

  En lo más cotidiano jugamos nuestra partida, nos alegramos y nos cansamos, planeamos y nos desanimamos, hacemos nuestras jugadas más brill...