domingo, 29 de mayo de 2011

Atrapados en el tiempo


Los segundos se suceden vertiginosamente, imparables, hacia su meta. El tiempo en el que estamos sumergidos no nos da tregua, nos empuja, nos mantiene atrapados, distraídos, entretenidos, pero la auténtica Realidad no es el tiempo, éste es una burbuja dentro de Lo-que-Es. Lo que cuenta es el Ahora eterno, infinito y dichoso en el que nuestros minutos están situados, ése que no se deja ver pero que nuestro corazón añora, adivina, siente.

Lo que importa es mirarnos cara a cara a nosotros y a nuestras creencias, porque lo que creemos determina lo que somos: nuestro comportamiento, nuestra toma de decisiones.

No estamos obligados, ni sometidos a nada, ni siquiera a nuestro marco temporal. Somos realmente libres. Somos seres divinos situados en un mundo precioso, en el más bello paisaje que podamos soñar. Y tenemos la libertad de sentir, de amar, de escoger la alegría para nuestras vidas, de mirar a la Vida con agradecimiento, de estar por encima de nuestras dificultades y tragedias.

El tiempo es nuestro aliado, si lo miramos como lo que es: una puerta abierta hacia nuestra realización plena. Y un observatorio espacial desde el que vemos la belleza que emana de la creación y de las criaturas.

Nosotros estamos por encima del tiempo, porque vivimos en el ahora; el futuro será otro ahora, que no debemos adelantarlo con nuestra imaginación si no queremos vivir en la irrealidad. Y el pasado ya no existe y no nos tiene que manipular. Nuestra realidad siempre es ahora. Vivir en este convencimiento nos libera de innumerables tensiones, de montajes que nos atan y no nos dejan ver más allá de nuestras narices.

Somos más poderosos que el tiempo y que el espacio, estamos por encima, ellos están a nuestro servicio, son un instrumento para nuestra realización.

Si aceptamos lo que nos sucede, con humildad y confianza, si defendemos con firmeza la vida que nos habita, si tendemos una mano al que lo necesita, cada segundo de nuestra vida estará lleno de su sentido verdadero. Y el tiempo no nos manejará, no nos cegará, ni podrá ocultarnos nuestra meta: la comunión de todos en el amor.

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