domingo, 3 de abril de 2011

La madurez


Los acontecimientos de la vida nos van erosionando, van haciendo mella, van endureciendo nuestro corazón. Eso es envejecer, es ir poniendo una capa dura sobre la inocencia, la ilusión con la que empezamos a vivir. Desde nuestros primeros años ya empezamos a envejecer.

Pero hay una manera de mantenernos niños toda la vida: la ausencia de expectativas, que nos lleva a no sentirnos decepcionados ni resentidos.

Primer objetivo: ser feliz pase-lo-que-pase.

Con ejemplos quizá se entienda mejor:

-Esperas un ascenso o un reconocimiento en tu trabajo que no se produce, eso te hace sentirte incómodo o desgraciado.

-Has preparado comida para tus hijos, en el último momento te avisan de que no pueden venir, ¿cuál es tu reacción?, sentirte decepcionado y cabreado.

El tesoro de tu felicidad es más valioso que el esfuerzo que has puesto en preparar la comida o en hacer bien tu trabajo.

Abajo las decepciones, que te dejan el corazón apenado. No esperes nada, solamente lo que te ocurre; eso es ausencia de expectativas. Deja que las cosas sucedan, tú no mandas. Y siéntete feliz, aunque te quedes con un montón de comida preparada, aunque hayas tenido que cambiar tus planes, aunque parezca que no piensan en ti.

Segundo objetivo: no quejarse.

Nos gusta quejarnos, parece que sintonizamos muy bien con las quejas de otros y de la sociedad, con el pesar del mundo. Nos encanta desgranar nuestro rosario de quejas y que nos escuchen, y que tengan lástima de nosotros. Repito y subrayo: nos encanta.

Pero podemos poner nuestro empeño en volcar alegría al exterior, en vivir en positivo. En coger todas las quejas, encerrarlas en una burbuja y echarlas fuera de nuestra vida, porque no nos sirven para nada, sólo para envejecer y para no ser felices. Y cuando las hayamos echado fuera, quedémonos con la sensación de vivir, de agradecer, de respirar con calma. Eso sí que nos lleva a una alegría que permanece inalterable, constante, inmensa, y que no depende de las circunstancias, ni de los vaivenes de nuestra jornada.

Vemos mucha gente joven que tiene vejez prematura. Y vemos personas mayores que son inocentes y libres como niños pequeños.

La madurez no está en los años que se cumplen. Es una actitud. Es una decisión más o menos consciente de vivir saboreando lo que se tiene y siendo feliz con ello.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que preciosidad. Tu eres el claro ejemplo del no hacerte expectativas y no quejarte, de ese modo consigues la preciada felicidad.

TE QUIERO MAMÁ.

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