domingo, 27 de febrero de 2011

Sobre un pedestal


Nos hemos colocado a nosotros sobre un pedestal, sobre el que hemos grabado la inscripción: Yo soy más.

Tenemos claro que hay que ayudar a los más desfavorecidos, pero éstos a veces tienen una serie de características que nos echan para atrás cuando nos acercamos. Pueden ser gritones, aguafiestas, mal educados, “cortos”, insufribles.

Ellos también son hijos privilegiados, y nuestra misión es estar a su servicio, para que nos utilicen. pero para ello hemos de bajarnos de nuestro pedestal, y reconocer en nosotros la misma fragilidad.

Sobre el papel no hay problemas porque el papel lo aguanta todo, pero en el ruedo de las experiencias ponte tú a buscar el espíritu divino en aquel que nos está incordiando. Difícil.

El camino, pasa por salir de nuestra burbuja egocéntrica, y ver que todo cuanto somos, física, emocional e interiormente son regalos: se nos ha dado un color de ojos, una estatura, una capacidad de comprensión, de abstracción, de empatía, de desenvoltura en la vida.

Mis tesoros sólo sirven para ponerlos al servicio de los demás, si no es así, ya puedo cuestionármelos, porque no los empleo para su fin natural.

Una interioridad que no desemboca en darse a los demás, no tiene sentido, no vale. Por dentro sentir cosas grandes y no llevarte bien con tu vecino, no cuadra. “Reconcíliate con tu hermano primero…”

Todos, absolutamente, estamos en el mismo barco y buscamos lo mismo. Incluso cuando la persona se equivoca o cuando reacciona violentamente, busca su fondo más profundo.

No podemos juzgar a nadie, despreciar a nadie. Compartimos un mismo material básico de glándulas y de asombro y hay un mismo anhelo que nos mueve.

Nos quedan muchas barreras por quitar, muchas piedras que dinamitar.

Éstas son algunas de las barreras:

Yo soy más y mejor: mi opinión es la única que cuenta, mi punto de vista es el válido.

Lo que tengo es mío: sentido de pertenencia desorbitado, lo que lleva a las grandes injusticias en el mundo.

Lo que te pasa, a mí no me afecta: hemos dividido la tierra en compartimentos pequeñísimos y no tenemos visión de comunidad, de hermanos.

Yo soy autosuficiente: nadie se basta a sí mismo. No somos conscientes de que estamos completamente interrelacionados, que somos una cadena de energía y que tanto una sonrisa como una lágrima nuestra dejan su huella en nuestro planeta.

No hay verdadera persona humana sin ese salir de uno mismo para compadecerse de aquellos que sufren.

Bajémonos de nuestro pedestal y abramos los brazos a los que más lo necesitan, y a cualquiera que pase a nuestro lado, porque son el mismo Dios que viene a visitarnos y a darnos lecciones de humanidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

GRACIAS MAMÁ

El tablero de la vida

  En lo más cotidiano jugamos nuestra partida, nos alegramos y nos cansamos, planeamos y nos desanimamos, hacemos nuestras jugadas más brill...