domingo, 12 de diciembre de 2010

Un trozo de vía


Si no conectamos nuestro trozo de vía, que es nuestra vida, con otros trozos, nunca daremos la oportunidad a que pase el tren arrollador del amor.

Si no nos interrelacionamos en positivo, en ternura, en apoyo mutuo, por mucho que nos sentemos a esperar la llegada de algún cambio, de alguna sorpresa, nos quedaremos igual que estábamos y habremos pasado por la vida sin saborear lo importante.

Sólo cuando conecto mi vía a todas las vías, puedo esperar el milagro, la sorpresa que viene a decirme algo a mí, personalmente, el mensaje que me está buscando y que me puede cambiar la vida.

¿Por esas vías también pueden llegar “palos”? Claro, eso ya depende de nuestra actitud. Como dice el Tao: “Haz tu tarea, y suéltala luego.”

Lo que suele suceder es que tenemos las manos crispadas en torno a lo que hacemos, nos aferramos a nuestros pequeños triunfos, también a nuestras pérdidas. Así, siempre estamos en vía muerta.

Hacer la tarea, y después soltarla. Eso es la libertad.

Nuestros caminos se entrecruzan, tendemos a aferrarnos a las personas, a las cosas y las circunstancias, pero hay que dejarlas libres. Todo es pasajero, todo viene y va.

El desprendimiento. No estar apegado a nada. Es fácil decirlo ¿verdad? Pero tiene su dificultad. Y tenemos toda una eternidad para llevarlo a cabo. Para las cosas importantes no hay prisa, la existencia tiene paciencia con nosotros y nos da tantas oportunidades como estrellas tiene el universo.

La vida siempre va a tener el aire que nosotros le queramos dar. Por eso, en todas nuestras actividades, y a través de nuestras vías firmemente entrelazadas, dediquémonos a que circulen sonrisas, buenas caras y mejores intenciones.

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