miércoles, 24 de noviembre de 2010

Dos modos de vivir


Hay dos niveles, dos modos de vivir, dos características principales.

1- Estar atrapado en las preocupaciones de la vida diaria y en la, a veces, dolorosa lucha cotidiana por sobrevivir, es decir, en una vida sin esperanza, ni trascendencia.

2- Creer que todo tiene un sentido y una enseñanza para nosotros, tanto lo bueno como lo menos bueno. Que todo está dentro de un plan.

Claro está que entre el blanco y el negro también hay matices. También podemos estar plenamente en las dos clasificaciones: a ratos nos vencen las preocupaciones y a ratos nos elevamos por encima de ellas y vemos un sentido a nuestro caminar.

Yo creo que la mayoría de los humanos estamos entre estas dos aguas, y que ése es nuestro destino: hundirnos en el barro y a continuación abrir los ojos para ver un nuevo amanecer. O al revés: partir de una experiencia de interioridad y de plenitud para luego ir a parar a la más completa oscuridad.

Parece que vivamos en dos mundos, el de la iluminación y el del sufrimiento, y parece que estos dos mundos estén reñidos: si existe uno no puede existir el otro. Y a lo mejor en la adecuada conjunción de las dos partes está nuestro equilibrio y nuestro ser auténtico.

Porque nuestra vida la vivimos a lo largo y ancho de las 24 horas en que nos van llegando situaciones que a veces nos cansan, otras nos fastidian o nos agotan, y otras nos reconfortan y nos animan. Y no en los pocos minutos que nos recluimos para reflexionar y meditar, aunque también sean muy necesarios estos momentos.

Todo lo que nos sucede sirve, las cosas nunca pasan en nuestra vida por casualidad. Si nos creemos esto, de todo podemos sacar beneficio, hasta de los peores momentos podemos aprender lecciones. Y podemos sentir que nuestra pequeñez e insignificancia está dentro de una historia compartida con todos los seres humanos.

Es muy útil empeñarnos cada día en recordar que vivimos en el regazo de una Energía que siempre está a nuestro servicio. Y que esa dualidad, esos dos mundos son constitutivos de nuestra persona. Hemos sido creados así.

Bajo la apariencia de la vida cotidiana, algo distinto está ocurriendo, algo que nuestros ojos no alcanzan a ver, pero sí adivina nuestro corazón esperanzado.



VIVO EN DOS MUNDOS

Tengo la fuerza de un huracán

y soy débil como un suspiro.


Tengo millones de años

y si camino me canso.


Rezo a montones de dioses

y tiemblo en la noche.


Pinto ilusiones y grandes proyectos

y lloro por dentro.


Lanzo palabras

y añoro silencios.


Me refugio entre nombres

que todo lo esconden.


Corro veloz

y nunca me muevo.


Persigo sueños

pero me duermo.


Tengo dos caras,

nado en dos aguas,

vivo en dos mundos

que se entrelazan.

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