domingo, 28 de noviembre de 2010

Caminar con bondad


Ser bueno vale más que todo, porque es tener el corazón, los sentidos, la persona siempre preparados para dar y recibir amor.

Podemos creer en todos los dioses y practicar todos los rituales, si nos falta la bondad, nos falta todo.

Podemos tener los dones de la responsabilidad, la eficiencia, la capacidad organizativa y de acción, pero si nos falta la bondad no saboreamos la dulzura, la dicha de compartir y de vivir.

Cuando nos acordamos de alguien, vivo o muerto, lo que más nos queda de él es su bondad. ¡Qué bueno es! ¡Qué bueno era! Y se nos inunda el corazón de paz al recordar a esas personas.

Incluso es preferible la bondad a la fe. Si decimos: “Dios mío, Dios mío”, pero no lo reflejamos en tender una mano a los demás, no vale.

Si una persona dice no creer en Dios, pero es buena, ya tiene lo principal porque, aunque él no lo sepa, es un reflejo de la Bondad misma.

En nuestra sociedad actual, en nuestro contexto, ser buenos no tiene ningún valor. Se aprecia más la competitividad y la eficacia.

El que es bueno no compite nunca, deja el paso a los demás, cede su puesto, está a gusto en cualquier sitio. Se dice a veces de él que es “bobo”. Y no se cuenta con él porque no es suficientemente agresivo en el trabajo. Eso no se valora.

La persona buena se sitúa a nuestro lado y nos ayuda, sin querer ser protagonista, ni querer figurar.

Como siempre digo, no hay nada puro, todo son mezclas. Lo más frecuente es que todos, más o menos a menudo, tengamos brotes de bondad.

La parte buena de uno mismo, siempre encuentra a la parte buena de los demás, conecta con ella. La bondad saluda a la bondad, la indiferencia encuentra indiferencia, la rabia se alía con la rabia.

En nuestro camino hacia la interioridad, es muy importante poner en su sitio el valor inmenso de la bondad que nos lleva a saborear la vida de otra manera, a apreciar los pequeños detalles, abrazar al prójimo, compartir experiencias, sonreír a la vida, sentirnos solidarios y amantes de los pequeños gestos, tener limpia la mirada.

Caminar con bondad es el camino más recto para sentirnos bien, para vivir con sentido. Y para disfrutar con lo que tenemos entre manos. La gente buena hace un mundo bueno.

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