Aquí estoy, mi Dios,
como un ave que vuela en pleno cielo,
como un punto de luz,
como barco en busca de algún puerto.
Todos los vientos son mensajes de una voz,
todas las risas son anuncios,
todos los rostros emisarios,
todos los días se convierten en un paso.
Aquí estoy, buen Dios,
dentro de mí, agazapado,
contemplando la creación
en lugar privilegiado,
conociendo al gran actor,
en cada escena transformado.
Es un lugar seguro el infinito,
es un latido eterno
sin final y sin inicio,
cuya única norma es ser amado.
Aquí estoy, mi Luz,
aprendiendo el sufrimiento necesario,
resbalando en los terrenos inseguros,
tropezando en las esquinas,
resurgiendo en los fracasos.
Aquí estoy, mi Bien
como pequeño fruto madurado,
como brisa suave,
como fuego de volcán emocionado.
Aquí estoy, mi Amor,
como agua que brota en el desierto,
como aroma de flor,
como estrella fugaz del universo.
Y me dirijo a ti, junto mis manos,
y le presto mi voz a lo creado,
porque me has concedido
ser divino y ser humano,
porque me alimentan los abrazos
y los gestos de la tierra,
porque no puede pasar ni un día
sin que te quiera.
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