No somos de piedra, somos corazones tiernos, sensibles, abiertos al dolor y a la alegría. Corazones ingenuos, moldeables, preguntones y apasionados, buscadores y tercos, asombrados y rebeldes. Tenemos todos los matices y todos los extremos.
Si vemos a alguien que tiene el corazón duro es porque ha puesto barreras artificiales para no ser herido, pero no es ese su estado natural. Nos puede pasar a todos tener épocas más o menos largas de dureza y cerrazón. Lo cierto es que con los años el corazón se ablanda de nuevo, volvemos a la niñez y poco a poco la vida nos prepara para entrar en una época de más sabiduría, en la que nos cambia la mirada, pasamos a gozar y saborear lo que es verdaderamente importante sin dejarnos atrapar por esas pequeñas cosas que en años anteriores nos llenaban de sufrimiento.
Es todo un proceso vital, y cada uno lo vive a su manera y según sus circunstancias. Por eso, no podemos juzgar sobre el proceso de los demás.
La vida se encarga de darnos el conocimiento que necesitamos a cada instante y nos enseña la sensibilidad y la hondura que nos hace humanos, a través de todo tipo de experiencias.
Vamos a dejarnos enseñar, no impongamos nuestras condiciones, porque no sabemos qué es lo que más nos conviene. Sencillamente aceptemos, y digamos: esto para qué es, para qué me sirve, qué oportunidad me brinda, cuál es el paso que tengo que dar, cuál es mi responsabilidad en este momento, a qué misión me llama.
Ahí está nuestra faena de cada día, no siempre fácil pero realmente apasionante.
1 comentario:
"La vida se encarga de darnos el conocimientos y la hondura que necesitamos para ser humanos." Me encantó.
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