Mi vida es como un libro que abro todos los días y que leo. Un libro apasionante que me va descubriendo la increíble aventura en la que estoy metida. Para bien o para mal, siempre vivo en presente, esa es mi única realidad. Y todo lo que me sucede me conduce a mi verdadero yo, que es mi corazón desnudo de prejuicios y superficialidades.
Caigo en todas las trampas del ego, de la comodidad, de las dificultades y los temores. No se me quitan los obstáculos ni los fracasos. El paso por esta tierra no admite medianías.
En esta escuela de vida aprendo a esperar y madurar. Es poco lo que tengo que hacer, es más bien dejarme hacer y transformar, porque ya hay un plan para mí, no tengo que inventarlo yo. No planifico si he nacido en un lugar del mundo o en otro, quienes han sido mis padres y mis circunstancias, cuál es mi carácter, y tantas cosas más.
Entonces, cuál es mi aportación. Muy sencillo: la aceptación basada en la confianza, la actuación en favor de la vida, y la certeza que da la fe de que soy conducida y nada puede salir mal. La Biblia lo dice con estas palabras: “Se te pide que practiques la justicia, que ames con ternura y camines humildemente con tu Dios”.
Soy cauce o canal donde todo puede expresarse y todo es oportunidad para hacer de este mundo un lugar mejor, yo elijo una manera de vivir atenta a los pequeños gestos de escucha, servicio y agradecimiento, para poder estar receptiva a lo que cada día y cada momento me regala.
1 comentario:
Caigo en todas las trampas y aún así espero y confío, soy cauce y canal.
Precioso Conchi.
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