domingo, 24 de febrero de 2019

Caminar a la luz


“Caminemos a la luz del Señor” (Is 2,5)

Cómo saber que se camina a la luz del Señor, en su presencia, y haciendo su voluntad. Nunca tenemos certeza absoluta, tan solo, y no es poco, contamos con la bendita lamparilla de la fe encendida.

Si lo supiéramos explicar y dar razón de todo, si ya nada fuera sorpresa, nos faltaría la sal de la vida: la búsqueda, la ilusión, el dolor y la oscuridad, y también los momentos de luz y de encuentro.

Por eso, porque no sabemos nada, reiniciamos cada día nuestra aventura humana, perseguimos sueños, escuchamos mensajes, escogemos palabras, adornamos espacios, y así nos asomamos lentamente al misterio divino.

Cada nuevo día inventamos plegarias para que no se nos muera la esperanza. Y como buenos guerreros luchamos nuestras batallas personales, cada uno tiene las suyas. Todas tan diferentes, y a la vez, tan iguales.

Este tiempo que llamamos “existencia” es difícil y fácil a un tiempo, es oportunidad y también tiene sus sombras. Pero la existencia en realidad es regalo, don. Llegar a percibirlo así es nuestra meta.

Como somos ignorantes, hay que dejarse guiar por esa lamparilla interior que nos orienta, nos señala caminos, y de diferentes maneras nos va diciendo: confía.

Me gusta pensar que soy co-creadora de mis días, me cambia por dentro y me hace ver todo de modo diferente. El impulso interior de decir “Sí” me implica en todo lo que me sucede, me hace vivir en positivo y ponerme en línea con todo, con todos, en anhelada paz y armonía, y me lleva a estar atenta para poder aprender las lecciones de la vida.

Al final, se trata de encontrar el ritmo personal que me haga vivir con los ojos abiertos y con actitud agradecida en este bello mundo.

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