Buscar la unión es sabiduría. Todo
lo que existe es uno conmigo. “El Padre y
yo somos uno”.
Esa unión significa bendición para
el alma y paz entre hermanos. Y no es imposible de conseguir, aunque a veces lo
parezca.
Buscar la paz es necesario. Es el
terreno fecundo de la vida, en el que todo se consigue porque tocamos nuestro
cielo interior.
Practicar confianza es liberador.
Desata nuestros miedos y nos quita todas las barreras que nos impiden
realizarnos.
En este momento de mi vida ya solo
me interesa esa unión, que lleva a la paz, y que requiere confianza. Por
supuesto, no siempre consigo mi objetivo, pero mi meta sigue estando clara y
cada día vuelvo a iniciar mi camino. Siempre es buen momento para levantarse.
Cuento con la coraza de la fe y el
amor: “Debemos protegernos, como con una
coraza, con la fe y el amor, y cubrirnos, como con un casco, con la esperanza.”
(1Ts 5,8). Es una protección imprescindible para no perderme por caminos
que no conducen a nada y para vaciarme de razonamientos inútiles y posturas
estériles.
Necesito el blindaje de ese amor
que todo lo disculpa, todo lo puede. Todo lo hace posible. Solo me sirve el
imperativo: ¡ama!, tantas veces
escuchado.
Me empeño día a día en crear
paraísos a mi alrededor, estoy conectada a todo con la fuerza única de la
ternura. Tengo como sagrada misión ayudar a Dios, por eso le entrego mis manos
abiertas, mi mirada limpia, mi corazón habitado, y también todas mis sombras.
Todo viene en mi ayuda, cuando dejo
mis puertas abiertas y confío.
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