Lo apasionante de la vida es que
cada día lo estrenamos, y no está todo perdido de antemano, ni todo ganado,
siempre empezamos de nuevo. Imposible aburrirse.
Con las ayudas y los buenos
consejos que nos llegan a diario, unido a nuestra honestidad, damos pasos sobre
el abismo del no saber y del misterio infinito.
Desde nuestra misma pequeñez
podemos acompañar la danza de las estrellas, porque nuestros huesos comparten
la misma esencia con ellas. “Yo soy polvo
de antiguas estrellas/ que ya murieron/ y depositaron su rezo/ en el universo.”
Lo expreso en poesía porque es el lenguaje más profundo, y me hace sentirme
en comunión con todo lo creado.
“Estallaron
en un canto de amor alborotado/ y de sus cenizas/ surgimos corazones
asombrados.” Es el asombro lo que me
conecta directamente con la maravilla de la creación.
“Soy
reflejo de luces celestiales/ que ya no viven/ y conservo en mi interior/ miles
de rostros/ bellas galaxias/ y tesoros infinitos/ que ni sé para qué sirven”.
En el descubrimiento de esos
tesoros infinitos se me va pasando la vida. Y en ellos encuentro la paz y la
alegría, que son los componentes principales de toda mi energía. Esos tesoros son
mi combustible necesario, mi motor. Con el que se enciende mi interior, para no
caminar a oscuras y poder compartir sonrisas y ternura con todo aquel que
camina a mi lado.
Yo transmito luz, otros me la pasan
a mí, así funcionamos. Somos una cadena de llamas encendidas, junto con
nuestras estrellas.
“Celebro
amaneceres/ día tras día/ y millares de llamas encendidas/ me transmiten su
energía.”
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