Quiero mover corazones de su sitio,
incluido el mío. Para dirigirlos a ese lugar de paz y dicha que lo tenemos tan
cerca, aunque a veces parece lejano.
Me apena ver tantas personas
atrapadas en adversidades sin fin o instaladas en la tristeza y en la ansiedad.
Nos hace falta un huracán de
confianza que borre egoísmos y malos rollos inventados por nosotros mismos. Con
nuestros estados de ánimo a ras de suelo poco podemos disfrutar la vida. Parece
que tengamos que pagar con nuestra infelicidad las culpas por todas las
energías negativas que nos inundan.
Sin embargo, hay otra manera de
vivir. Es la que intento cada día. Estoy aprendiendo poco a poco. Aquella regla
de oro, que aparece en los evangelios: “Trata
a los demás como quieres que te traten a ti,” es lo esencial. Igual que la
sabia indicación: “Ama”, tantas veces
repetida.
No te gusta que murmuren de ti, no
lo hagas tú de nadie. Te gusta recibir cariño y atenciones, haz tú lo mismo: da
amor a manos llenas. Y con las cosas que no suceden como tú quisieras, ten
paciencia, y sonríe.
Tengo que decir que me sienta bien
este camino evangélico, me rejuvenece, me da una inocencia nueva, incluso me
hace sentirme una niña ilusionada. No me dejo atrapar por los disgustos que
llaman a mi puerta y siempre encuentro motivos de alegría.
En nuestro mundo el mayor acto de
rebeldía y de valentía es amar: nos hace ser guerreros que luchan por descubrir
los tesoros interiores, los propios y los ajenos.
Cada día me preparo para librar
esta batalla y así mover mi corazón hacia la luz.
1 comentario:
Si intentáramos vivir de esa forma el mundo sería distinto. Creo q todo pasa por tener esos momentos diarios de comunicación con el q sabemos podemos tener puesta nuestra confianza.
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