domingo, 3 de junio de 2018

Nuestra Realidad


Nuestra actitud de pobreza y desprendimiento interior es la única que nos sirve para acercarnos y asombrarnos ante la Realidad-Dios que nos constituye.

Cuando en el Evangelio la persona rica se acerca a Jesús, nos representa a todos nosotros, tan llenos de todo y tan “pagados” de nosotros mismos: autosuficientes, déspotas. Dictamos sentencias, juzgamos y condenamos con facilidad.

Nuestra inseguridad radical mal aceptada, nos lleva a manifestar justo lo contrario: total seguridad. Nos convertimos en pequeños dioses a la deriva.

Sin embargo, aun viendo todo esto, sinceramente, creo que nuestra Realidad-Amor se ríe de nosotros. Nos quiere tanto, que nos disculpa todo. Le gustamos. Es como un padre bonachón o una madre consentidora, enamorados de sus hijos. Nos lo podemos imaginar, porque todos sabemos los sentimientos que nos inspiran nuestros bebés: hijos, nietos, sobrinos.

Esa Realidad-Ternura prepara una fiesta para nosotros, pero ya nos la ha querido adelantar y nos deja pequeñas muestras en nuestro propio corazón, para que todos nos llenemos de alegría y gozo. Para que demos saltos de gratitud.

No nos dejemos engañar por todas las dificultades del camino, tengamos la certeza que nuestra Realidad-Espíritu Bueno es quien gana todas las batallas interiores que libramos.

Vamos a dejar que sea nuestra Realidad-Sabiduría quien maneje los hilos y nos lleve a donde quiera, y nos dé o nos deje de dar lo que quiera. Sin “leerle la cartilla” a cada momento, ni rectificarle, o corregirle.

Puede ser que nunca consigamos abandonarnos totalmente en sus manos, y que no aceptemos plenamente sus decisiones. Desde aquí hago un llamamiento para que cambiemos el chip, y comencemos por fin a relajarnos, disfrutar, reír. Siempre. Por todo. Y este consejo no viene de mi parte, sino que es mi Realidad-Vida quien lo pone en mi mente y mi corazón. Por eso lo puedo decir.

En nuestros “yos pequeñitos” hay una Realidad-Yo, y es lo que nos hace grandes, sagrados, únicos: porque somos personas humanas y divinas al mismo tiempo.

En nosotros está la fuente de la vida, ella es la que nos guía, nos cuida y nos da la luz que necesitamos. “En tu luz podemos ver la luz” (Sal 36,9)

1 comentario:

Fr. Simón dijo...

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