Nuestra actitud de pobreza y
desprendimiento interior es la única que nos sirve para acercarnos y
asombrarnos ante la Realidad-Dios que nos constituye.
Cuando en el Evangelio la persona
rica se acerca a Jesús, nos representa a todos nosotros, tan llenos de todo y
tan “pagados” de nosotros mismos: autosuficientes, déspotas. Dictamos
sentencias, juzgamos y condenamos con facilidad.
Nuestra inseguridad radical mal
aceptada, nos lleva a manifestar justo lo contrario: total seguridad. Nos
convertimos en pequeños dioses a la deriva.
Sin embargo, aun viendo todo esto, sinceramente,
creo que nuestra Realidad-Amor se ríe de nosotros. Nos quiere tanto, que nos
disculpa todo. Le gustamos. Es como un padre bonachón o una madre consentidora,
enamorados de sus hijos. Nos lo podemos imaginar, porque todos sabemos los
sentimientos que nos inspiran nuestros bebés: hijos, nietos, sobrinos.
Esa Realidad-Ternura prepara una fiesta
para nosotros, pero ya nos la ha querido adelantar y nos deja pequeñas muestras
en nuestro propio corazón, para que todos nos llenemos de alegría y gozo. Para
que demos saltos de gratitud.
No nos dejemos engañar por todas las
dificultades del camino, tengamos la certeza que nuestra Realidad-Espíritu Bueno
es quien gana todas las batallas interiores que libramos.
Vamos a dejar que sea nuestra
Realidad-Sabiduría quien maneje los hilos y nos lleve a donde quiera, y nos dé
o nos deje de dar lo que quiera. Sin “leerle la cartilla” a cada momento, ni
rectificarle, o corregirle.
Puede ser que nunca consigamos
abandonarnos totalmente en sus manos, y que no aceptemos plenamente sus
decisiones. Desde aquí hago un llamamiento para que cambiemos el chip, y
comencemos por fin a relajarnos, disfrutar, reír. Siempre. Por todo. Y este
consejo no viene de mi parte, sino que es mi Realidad-Vida quien lo pone en mi
mente y mi corazón. Por eso lo puedo decir.
En nuestros “yos pequeñitos” hay una
Realidad-Yo, y es lo que nos hace grandes, sagrados, únicos: porque somos
personas humanas y divinas al mismo tiempo.
En nosotros está la fuente de la
vida, ella es la que nos guía, nos cuida y nos da la luz que necesitamos. “En tu luz podemos ver la luz” (Sal
36,9)
1 comentario:
Actitud de pobreza y desprendimiento interior para ser luz
Publicar un comentario