Dice Tony de Mello: “No podrás experimentar nada que se encuentre más próximo a Dios que tú
mismo. Dios es el fundamento verdadero de mi ser, el Yo de mi yo, y no puedo
profundizar dentro de mí sin entrar en contacto con él.”
Profundizar en sí mismo y tomarse uno
mismo es la llave más estupenda de tomar a Dios. Esto, como todo, no basta con
decirlo, hay que vivirlo.
Tomarme con toda mi fragilidad, sin
olvidar errores y malos momentos. Sin dejar a un lado inseguridades y tristezas.
Abierta a todas las indicaciones que me señalan el camino y sintiéndome compañera
y hermana de tantos que peregrinan a mi lado.
Llevo en mí el peso de costumbres y
tradiciones, que me aprietan como un rígido corsé. Cómo caminar por espacios
infinitos, donde no hay sendas marcadas ni puedo llevar equipaje.
Sin embargo, en mí misma tengo las
ayudas necesarias, porque Aquel que es fundamento
de mi ser y Yo de mi yo, sabe de mi debilidad. Y me ama. Solo necesito
descubrir en mí esa dimensión íntima de profundidad, de infinito y de libertad.
Sentir que lo más grande se expresa en mí y ponerme conscientemente a su
servicio.
Al igual que un instrumento necesita
estar afinado para que salga el sonido perfecto, yo también debo estar
armonizada y preparada para que resuene en mí esa bella melodía divina que
constituye mi esencia.
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