Saber gestionar la
vida, las emociones, los éxitos y fracasos. La gestión, más o menos afortunada,
marca la diferencia de nuestra andadura particular.
Gestionar para que,
en cualquier circunstancia, nos llegue la paz del mundo y se llenen nuestros
pulmones de las corrientes bienhechoras que a nuestro lado pasan.
Una oración es una
buena gestión, también un baile, un abrazo, un encuentro alegre, una comida
sana, un paseo. Lo principal siempre es nuestra buena intención. La
consecuencia natural de este buen hacer será un mundo más habitable y más
humano.
Las tensiones, los
malos hábitos, las contaminaciones de todo tipo, parece que se ponen de acuerdo
para desestabilizar nuestro interior. Para hacer frente a esto, se nos ha dado
el poder de organizar nuestras fuerzas en favor de la armonía: esta podría ser
una definición de gestión.
Si para resolver
nuestros fallos y problemas nos centramos en ellos y los repensamos una y otra
vez, puede ser que jamás veamos una salida. Dice F. Jalics: “Es como aquel que se encuentra a oscuras en
una habitación y golpea a diestro y siniestro con un garrote para desvanecer la
oscuridad, en lugar de encender una luz. Esa luz es Cristo. No hay más que
ponerse en comunicación con él”.
Encender esa luz es
la mejor gestión que podemos hacer, porque nos ilumina y nos trae paz.
No hagamos recuento
de los problemas que tenemos, ni nos detengamos en lo que nos sale mal, de esta
manera no avanzaremos. No nos quedemos en la lamentación continua. Miremos hacia
lo más alto, que coincide con lo más hondo. Y vivamos confiando en ese Cristo
que ha venido para quedarse con nosotros y actúa siempre que nos abandonamos a
él.
2 comentarios:
Cristo actúa siempre que nos abandonamos a Él. Eso es fe
Gracias, hormiguita.
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