El cuerpo es nuestro templo más sagrado, tiene mecanismos complejos y
sofisticados, en los que, dicho de un modo rudimentario, hay unas sustancias de
la alegría que corren por nuestras venas, y también hay unas sustancias del
estrés, que llevamos incorporadas.
Podemos potenciar con nuestra intención unas sustancias u otras para que
vayan sanándonos o enfermándonos, porque todo está en nuestra mente.
Hay mucha sabiduría escondida en el funcionamiento de nuestras células y
nuestras conexiones internas, la naturaleza que somos es perfecta.
Tenemos ejércitos de células reparadoras, que renuevan tejidos y
conexiones. Cómo colaborar conscientemente con esta maravillosa obra de amor en
acción que sucede en nosotros. Queriéndonos, valorándonos como criaturas
divinas.
Celebrar y agradecer ese regalo, resaltarlo y sentirnos contentos con él.
Si colocamos toda esa bella maquinaria en estado de gratitud, su fuerza es
increíble.
No hay separación entre cuerpo y espíritu, todo es una unidad. Ese espíritu
son los ojos con los que nos percibimos y el impulso con el que agradecemos.
La meditación y la oración, instrumentos imprescindibles y mágicos, son
bálsamos, caricias interiores que nos animan a seguir. Nos sitúan ante una
Presencia amorosa que disuelve nuestras tensiones, y nos une a las fuerzas
reparadoras naturales que llevamos en nosotros mismos.
El resultado inmediato, que es nuestra más gran conquista diaria, es la paz
interior. Nuestro cielo aquí y ahora.
Mi cuerpo-espíritu es mi único y maravilloso instrumento para interpretar
la melodía para la que estoy aquí: mi canción agradecida de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario