“Quizá haya una sola condición
para devenir sabio, para encarnar la vida conscientemente, vitalmente: hacerse
vulnerable a ella, exponerse a lo que nos trae, padecer lo que nos ofrece:
dejarnos tocar.” (Hugo Mújica).
Tener claro que si no se acepta lo que va llegando, con todas sus
consecuencias, entonces vivimos de espaldas a la realidad, montando en nuestra
cabeza historias imaginarias o viviendo en la irrealidad del “y si esto fuera
de otra manera”.
Pero no es de otra manera porque tengo este impedimento o esta enfermedad o
este dolor y en todos mis planes no puedo dejar de lado esa circunstancia.
Un paso decisivo es tomar la vida tal como es, otro aún más importante:
amarla. Y para amar tenemos que implicar a todas nuestras vísceras y toda
nuestra entrega.
Tratar con respeto todo lo que llega a nuestras orillas porque no llega por
casualidad sino por y para algo.
Cualquier sentimiento me vale, puedo estar agobiada o indiferente, puedo
protestar o alegrarme, cualquier sensación puede ser un indicador de mi ruta.
Porque siempre, siempre, brotan caminos hacia el amor. He de estar atenta para
verlos, para seguirlos. Dicho de otra manera: siempre somos salvados, porque
somos hijos de un Padre-Amor, o una Madre-Ternura que se desvive por nosotros.
No nacemos, no morimos, vivimos un eterno presente de luz, porque somos uno
con el amor que nos sostiene. Aceptemos la vida, expongámonos a lo que nos
trae, lo malo también, no la mutilemos, dejémonos tocar, acunar y bendecir en
cada pequeño detalle de nuestro día a día.
Digamos amén. Digamos gracias.
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