“Científicos rusos descubren y demuestran que la oración es un medicamento
poderosísimo”.
Las situaciones de estrés provocan enfermedades, y por el contrario, los
momentos de calma, silencio y plegaria actúan sobre nuestros órganos vitales y
nos devuelven la salud.
El poder de la oración es tan maravilloso que hasta los virus y los
gérmenes huyen porque saben que no tienen nada que hacer.
Escuchamos o leemos esta noticia y no nos la acabamos de creer. Pensamos
que la enfermedad es poderosa y no sabemos que nosotros mismos fabricamos el
arma más potente para combatirla.
En nuestro mismo estanque interior hay unas aguas medicinales de confianza,
a las que se puede acceder mediante la oración emocionada.
Aquello que no se ve ni se toca tiene poder sobre mi misma materia, por
ejemplo: mis deseos, mis intenciones, mi dicha, mi esperanza, mi entrega, mi
oración. Todo eso son medicina para mis células y para mi carne. También el
abrazo, el beso y la risa curan.
Me tomaré muy en serio mi propia estabilidad y salud. Comenzaré por enviar
mis bendiciones a cada parte de este cuerpo tan castigado con toda case de
preocupaciones y contaminaciones. Me aceptaré tal como soy y me envolveré con
todo el cariño que de forma continuada brota de mí.
Esa es la actitud más curativa: aceptar y amar.
Después, me pondré al servicio de la vida para poder extender esa salud
interior a todos los demás. Para ello tomo la oración de Grenville Kleiser:
“Si puedo hacer hoy
alguna cosa,
si puedo realizar algún
servicio,
si puedo decir algo bien
dicho,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo arreglar un
fallo humano,
si puedo dar fuerzas a mi
prójimo,
si puedo alegrarlo con mi
canto,
dime cómo hacerlo, Señor.
Si puedo ayudar a un
desgraciado,
si puedo aliviar alguna
carga,
si puedo irradiar más
alegría,
dime cómo hacerlo,
Señor.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario