Si el belén no está incorporado en nuestro interior, qué representan las
figuritas que colocamos cada año en su sitio: nada.
Y cómo se monta en nosotros: con inquietud y con asombro ante eso nuevo que está naciendo cada día. Es
todo lo que representa el Niño, la inocencia, la alegría, la bondad, eso que
nos impulsa a abrir los ojos a lo esencial: la confianza y la dicha.
Para que nuestros ritos no estén vacíos, nosotros mismos tenemos que ser
belenes vivientes, por eso, yo seré una
pastora que se deja contagiar y también anuncia la buena noticia. Siempre hay
que anunciar buenas noticias.
Seré el papá y la mamá enamorados de su bebé, que es la luz del mundo.
Seré la gente sencilla y un tanto desorientada que siempre busca una estrella,
un indicador del camino.
También me gustará ser un soldado al servicio de la mejor causa: la bondad.
Obediente y atrevido a la vez, valiente y humilde.
En este belén están representados todos mis personajes, todas las caras de
mi persona armonizándose y buscando un sentido.
Belén es la realidad de un nacimiento, el de Jesús, mi modelo, mi guía. Actualizándose
en cada momento. Hay que preparar un pesebre y una casa para ese misterio de
amor. Un sitio limpio en mí. Sé cómo hay que hacer esa limpieza aunque a veces
me cueste.
Con mi pesebre ya preparado, me inclino ante ese Nacimiento, que es un Niño
y también es un Misterio y pongo mi Vida a su Servicio.
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