Todos vemos cómo cuidan los padres a sus bebés. cómo les miman, les evitan
peligros, les corrigen y les rectifican sus conductas con suave tacto e
intentan sacar lo mejor de ellos, para que estén felices y se sientan amados.
Esta crianza que se da a diario con tanto celo e interés es una imagen que
nos sirve para ver cómo somos cuidados todos los seres humanos, niños y mayores,
por nuestro Abba, Papá, que es la expresión de extrema ternura que utiliza
Jesús.
Ante esta imagen tan idílica dónde colocamos todos los problemas y los
conflictos que nos acorralan y que parece que no se corresponden con ese
cuidado que se da a los bebés.
Puede ser que la inmensa mayoría de las veces los problemas nos los
inventemos, en muchas ocasiones sencillamente queremos ser centro de atención,
que nos tengan lástima, es un sentimiento muy dulce saber que estás en boca de
todos, que te dan la razón y te valoran. Cuando tú dices “mira lo que me ha
hecho fulanito”, automáticamente la gente se pone de tu parte, dejando en mal
lugar al otro, al ausente. Situaciones de estas hay demasiadas.
Otras veces se trata de no aceptación, no aceptamos estar enfermos o que se
nos mueran los seres queridos, ni el fracaso o los reveses que nos llegan. Nos
hundimos con los contratiempos.
Lo mejor es no hacer un problema de nada en la vida. Porque somos nosotros
mismos los que convertimos las situaciones en problemas. Lo que esté en nuestra
mano solucionar, hacerlo, lo que no, dejar que suceda. Y en todo momento tener
una actitud abierta y de absoluta confianza como los bebés en manos de su mamá
y su papá.
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