Si en mi corazón suenan campanas anunciando una presencia, si de mi
interior brota una fiesta, puedo decir que todo lo demás, interior o exterior,
estará lleno de sentido.
Pero cuando no siento nada dentro, cuando mi fuente parece seca, hasta las
ceremonias más sagradas y los ritos más bellos estarán vacíos para mí.
La vida se realiza plenamente, sea yo o no consciente de ello. Pero siempre
es mejor enterarse, participar, asombrarse de estar dentro de un proyecto
infinito.
Quiero colaborar con mis pocas o muchas posibilidades, echar una mano a mi
creador, trabajar para él, allanarle caminos de encuentro, trazar sendas de
armonía, defenderle en medio de las dificultades.
Lo principal para mí será aliarme con la vida divina que me ha dejado un
hueco en ella y sentir su mano amiga en mí y en todo. Esas son las campanas que
suenan en mi interior, es mi pequeña participación dentro de la misma música
que comparto con mujeres y hombres de hoy, ayer y mañana.
Poner mi energía al servicio, como alfombra para que otros pasen sin
dificultad, como llave mágica para que todos y todo se realice de la mejor
manera.
Al servicio de mi Reino, o de mi Rey, o de mi Hermano, o de Mí misma, que
todo es Uno y es lo mismo y lo separamos para poder explicarlo.
Por eso, cuando en mi corazón suena la música de la paz y la alegría, todo
lo que toco lo impregno y lo hago calmado y alegre. Yo misma interpreto mi
partitura en el concierto en el que participo, gracias a la inmensa ayuda de
las corrientes bienhechoras que me mantienen aquí.
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