Tener fe o confianza es saberse en las mejores manos, y creer que todo lo que nos sucede es para bien, por
eso debemos tomar las cosas como son, no como nos gustaría que fueran.
Cuanta mayor confianza, menos sufrimiento. Este se agranda cuando nos
resistimos a la realidad, nos ponemos en medio con nuestras exigencias y queremos
que sucedan las cosas de una determinada manera, entonces somos el principal
obstáculo.
Hablo muchas veces de la confianza, porque es el punto clave. No podemos
imaginar un bebé que desconfía de sus padres, cuanta ansiedad y temor podría
acumular.
En un relato se cuenta que unos turistas pidieron a un niño que cogiera una
flor al borde de un precipicio, que ellos le sujetarían. El niño se resistió,
hasta que dijo: solo la cogeré si me sujeta mi padre. De él se fiaba, con él no
tendría miedo.
Padre, Madre, Fuente, Océano, Vacío, son expresiones para designar nuestra
Realidad, la que nos ha hecho un hueco en sus entrañas amorosas. Cualquier cosa
que nos sucede ahí está puesta para nuestro crecimiento y enseñanza.
Dios es quien empuja mi
verso,
también es la sustancia
de la que se componen
los cuerpos,
y utiliza mi boca y mi
voz
para decir te quiero.
Mi materia es infinita,
un misterio de belleza.
Mi corazón de criatura
alcanza a toda la
tierra.
La madre paz me rodea
en medio de la tiniebla,
no quiere que tenga
dudas
y me venza la tristeza.
Mi pequeño espacio
creado,
contiene los
ingredientes,
que necesito a diario
para encontrarte a mi
lado.
Y no hay más milagro
que el del amor, que se
asienta
en mi interior,
y maneja mis hilos hacia
Dios.
Porque nada hay
imposible
en este pequeño mundo,
en este universo
hermano.
Todo ayuda a todo:
lo que nace de ti mismo,
vuelve al morir a tus
manos.
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