Dice A. Grün que “no son precisamente las virtudes las que más abren a Dios
sino las propias flaquezas.”
Algo equivocados andamos, nos han informado mal, porque hasta ahora parecía
que no eran las flaquezas las que servían sino todo lo contrario. Pero el
mandato es: “cada cual, con su cruz , que me siga”.
Cargar con todo lo que aparentemente son impedimentos, pero que pueden
convertirse en bendiciones si nos sirven para lo que nos importa
verdaderamente, que es amar esta oportunidad de vivir que se nos ha dado.
Y para ello, con nuestras limitaciones y debilidades, estar disponibles.
Disponibilidad de vida significa aceptación. Que no hagamos las cosas de mala
gana, sino que digamos: sí, aquí estoy, para cuidar mi mundo. Entonces no iremos
a remolque de lo que nos sucede sino que tendremos parte activa y consciente.
Tenemos que acostumbrarnos a caminar también con aquello que nos incordia y
molesta, pensando que si eso está ahí es por algo. Porque si queremos esconder
los inconvenientes se pueden convertir en un polvorín a punto de estallar en
cada momento.
Habituarnos a bendecir la vida, las personas, las situaciones. A mirar con
agradecimiento y con bondad. Sin censuras ni juicios que hacen daño.
Yo, personalmente, estoy disponible para caminar aprendiendo y para dar mi
tiempo y energía gustosamente a lo que va llegando. Mi disponibilidad no es un
mérito mío porque no doy nada que no se me haya dado antes.
Cada vez es mayor mi conciencia de estar aquí en misión de servicio y tengo
un jefe que me va haciendo encargos que yo acepto, y procuro hacer de la mejor
manera posible, porque me encanta estar disponible para él.
Me gusta hacer mías las palabras de Jesús: “Tengo que anunciar las buenas noticias del reino de Dios, porque para
esto he sido enviado”. (Lc 4,43)
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